Nueve

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Dos semanas después el padre de ______ seguía furioso con su hija al grado de no dirigirle la palabra.

La señora Olivia solo le daba miradas de lástima a la chica, a ella le hubiera gustado que su madre la defendiera en voz alta por una vez en la vida, pero ya había perdido las ilusiones.

Debido a lo anterior estaba evitando lo más posible ir a su casa, solo por un cambio de ropa en la noche y se iba con Lauren, quien la había recibido con los brazos abiertos, al igual que su madre y su abuela, nada raro viniendo de personas tan generosas como las Jauregui.

La situación con la ojiverde se había controlado un poco, aunque no dejaba que la más alta estuviera sola mucho tiempo, se aseguraba de andar por los alrededores, por supuesto que no se atrevía a analizar su comportamiento, pues quizá la respuesta no le gustaría.

Saludó a las integrates del equipo de básquetbol con un ligero asentimiento porque no le quedó otra opción, el rumor de que había abandonado el equipo era pan caliente en la escuela. Ninguna era agradable y eran encabezadas por la imbécil de Camila Cabello, quien no se cansaba de joderle la existencia.

Su mejor amiga intentó que los chimes desaparecieran; no obstante, todavía podía sentir cómo el alumnado hablaba a sus espaldas cuando pasaba por los pasillos. Se dejó caer en las gradas y prestó atención a los últimos ejercicios del entrenamiento. Tena que esperar a Lauren, pues se iría con ella, así que estiró las piernas y escuchó los gritos del entrenador Fitzgerald.

Sim poder evitarlo, su vista cayó en la ojiverde que le robaba los pensamientos, delineó con la mirada sus piernas expuestas en esos pequeños shorts que le llegaban a la mitad del muslo, era increíble pálida, como la nieve., ¿qué tan suave sería?

Siguió subiendo hasta parar en el trasero redondeado que se distinguía, aunque no a la perfección, debajo de la cual era delgada. Tragó saliva y se removió en su asiento con incomodidad al imaginar cómo se vería mojada... como se sentiría debajo de su palma al friccionar la tela, cómo se vería corriéndose y mojando el maldito short. Su propia intimidad empezó a humedecerse, así que tuvo que imaginar, muy a su pesar, otra cosa para no empalmarse delante de todos.

Quince minutos después la práctica terminó y las jugadoras salieron goteando sudor y empujándose para ir a las duchas. Ese era otro gran problema que se quitaba de encima, estar en las duchas con un montón de chicas desnudas nunca fue algo que le ayudara a aparentar que no le excitaban las mujeres.

El entrenador Fitzgerald la saludó levantando la mano y salió. En medio de la soledad se puso de pie y bajó las gradas trotando, se encaminó a una pileta de pelotas y tomó una, la botó un par de veces, luego corrió con ella hacia la canasta. Encestar no era sencillo para ella, el coach siempre le dijo que tenía que golpear el cuadro blanco del centro, pero por algún motivo la pelota siempre se desviaba.

Lo intentó un par de veces, no logró ni acercarse al destino. Soltó suspiro profundo, alzó la pelota a la altura de su pecho agarrándola firmemente con las dos manos y respiró. Iba a lanzar, pero una voz la interrumpió.

-Lo haces mal, por eso no puedes hacerlo.

________ miró por encima de su hombro a Lauren y alzó una ceja, divertida. Ya estaba duchada y cambiada, levaba unos simples pantalones de mezclilla y una camiseta de The 1975.

-¿Qué es lo que hago mal, súper estrella del baloncesto? -preguntó con picardía antes de girase y enfocar de nuevo el maldito cuadro.

Estaba tan concentrada que no se percató de los pass que se acercaban, fue demasiado tarde y casi saltó del susto cuando la sintió tras ella. El pecho de Lauren estaba pegado a su espalda y su aliento se estampó en su nuca, ocasionándole un escalofrío en todo su cuerpo.

La Sintonía de los Colores (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora