Cinco

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Maratón (1/3)

***

Las dos semanas siguientes pasaron muy rápido. _______ intentaba borrar de su mente los últimos  momentos junto a su mejor amiga, que ahora  parecía no serlo más. Le dolía, la punzada en el pecho estaba ahí, latente y sangrante. Intentó  encontrársela muchas  veces  en los  pasillos, en la  cafetería, en la biblioteca, hasta en los lugares que  frecuentaba.  Fue a su casa un par de ocasiones, pero su madre siempre salía y le decía que no estaba. No quería hablar con ella.

Sabía que tenía que darle tiempo, pero todo se le estaba escapando de las manos. La estaba evitando,  ni siquiera le había dado la oportunidad de explicarse el día que se la encontró en los vestidores.

Lo recordaba con pesar.

Estaba cazando el momento en el que todas se fueran. Así pasó, Lauren se quedó sola abrochándose las agujetas. Salió de su escondite, ella alzó la vista y se envaró, tanto que creyó que le saldrían grietas. Los músculos de su cuello saltaron con rabia, seguramente estaba rechinando los dientes, lo miraba con rencor. ¿Tanto le costaba aceptar que era lesbiana? Seguía siendo la mismo de siempre.

-Quiero hablar contigo -susurró con un nudo en la garganta.

-Pero yo no -se puso de pie como un resorte y empezó a caminar rumbo a la salida. La pelinegra capturó su codo, lo que resultó contraproducente. -¡¡No me toques!!

Se zafó de su agarre como si quemara. Nada nunca le había dolido tanto como eso, ver su rechazo, el enojo creciendo en sus ojos. ________ dio un paso atrás sin saber qué demonios hacer. No podía cambiar lo que era, le habría gustado que ella la aceptara porque eso hubiera hecho una amiga.

-Somos amigas, Lolo, solo quiero explicarte -las    lágrimas comenzaron a quemar, pestañeó para apartarlas.

La mencionada respiró profundo y maldijo, se acercó echando humo por las orejas, amenazante, intimidante, tan intimidante como solo Lauren Jauregui podría ser. Las aletillas de su nariz se abrían peligrosamente.

-Tú y yo ya no somos amigas, una puta amiga no me habría escondido algo tan importarte, ¿quién  mierdas eres? No te conozco, ni siquiera planeabas decirme nada, si no te encuentro ahí con... ¡ugh! -la mueca que hizo le caló hasta los huesos. -No quiero estar alrededor de ti porque eres una maldita mentirosa, una maldita hipócrita. No me busques  porque no dudaré en romperte los dientes.

Le creyó.

Una vez dicho todo, se fue. Decidió no seguirla y dejar que se calmaran las cosas, pero ya no tenía muchas esperanzas. Lauren nunca había tenido actitudes homofóbicas, pero no era como si hubiera estado expuesto a algo así antes. Tampoco se la iba a pasar lamentándose, aunque le doliera como el infierno, porque además de quererla como amiga la amaba.

Adoraba su forma de ser, adoraba cualquier cosa que viniera de ella. Estaba mal, desde un principio lo supo, pero no se pudo controlar y ahora era demasiado tarde. Tendría que aceptar de una buena vez que lo más sano era que estuvieran lejos, nada  bueno les iba a traer estar cerca. Así la aceptara y la perdonara, debía alejarse porque era un amor imposible.

Se talló las sienes y se llevó la boquilla de la botella de cerveza a los labios, dio un trago que le supo amargo. En otro momento habría ido a la casa de cierta chica con ojos verdes esmeralda a jugar a videojuegos, ahora estaba sola en una silla de aquel restaurante bar. Tal vez pediría una hamburguesa con papas fritas para olvidar. Iba a tomar el menú cuando una voz se escuchó a su lado.

-Pero mira a quién tenemos aquí -la reconoció. Era una morena que exudaba problemas, sus ojos cafés eran pícaros y llenos de travesuras. La puso nerviosa, no podía creer que tuviera a la desconocida a la que besó ese día en la fiesta sonriéndole de lado. -¿Qué puedo ofrecerte?

La Sintonía de los Colores (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora