Capítulo Quince.

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Italia.

Becca.
—A ver, enfoca un poco más a la izquierda. —Le pedí.

—Dios, Becca, que pesadilla. —Se quejó Jess al otro lado de la videollamada.

—Es que grabas como mamá, o peor. —Me quejé.

—Gracias, hija. Yo también te quiero. —Mamá me escuchó.

—Lo siento, mami. —Me disculpé medio divertida.

—Dame, anda. Ya grabo yo. —Kora le quitó el teléfono de la mano. —Joder, menudo careto tienes, Bec. —Se río.

—Nadie te ha pedido tu opinión. —Le sonreí falsamente.

—Por cierto, podrías haber venido, vaga. —Me reprochó mientras enfocaba los vestidos.

—Yo con esta cara no voy a ningún lado. —Me señalé la brecha de la ceja.

—Tampoco estás tan mal. —Jess se acercó al teléfono para mirarme de cerca.

—Aun así, no podría probarme nada, no puedo separar el brazo de mi cuerpo. —Enfoqué mi brazo escayolado. —A parte, así aprovecho y paso tiempo con mi preciosa sobrina. —La enfoqué mientras ella jugaba en el suelo con unos coches de juguete.

—Mírala que mona. —Su madre sonrió al verla. —Acuérdate de darle de merendar, eh.

—Ni que fuera un Furby. —Rodé los ojos y Jess me miró mal. —Perdón, las pastillas me ponen de mal humor.

—Pobre Ada. —Kora se burló.

—Sí, se le ve super mal. —Ironicé. —Bueno, enséñame los vestidos de una vez. —Me quejé.

—Bien...—Le dio la vuelta a la cámara. —Este es el favorito de mamá. —Enfocó un vestido amarillo con flores. —Di lo que yo no me atrevo a decir. —Me animó.

—Es horrible. —Dije con la boca llena de patatas de bolsa.

—Gracias. —Me agradeció. —Este es mi favorito, asique trátalo bien. —Me pidió.

Enfocó un vestido negro, escotado y con pedrería por los bordes.

—Es perfecto...—Hablé.

— ¿A que sí? —Coincidió Kora.

— ¡Para una boda gótica en mitad del bosque! —Acabé la frase.

—Dios, no soporto a la Becca drogadicta. Ahí te quedas, a ver quien te aguanta. —De repente la pantalla se quedó en negro.

—Que blandita estás. —Me quejé mientras rodaba los ojos. Me metí otro puñado de patatas en la boca. — ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —Hablé con la boca llena.

— ¿Bec? ¡Hola, Bec! —Andrew apareció en la pantalla. 

—Adiós...—Fui a colgar.

— ¡Venga ya! ¿Cuándo piensas perdonarme? —Me miró cansado.

—Qué tal... ¿Nunca? —Sonreí falsamente.

—Bec, ya te he dicho que fue sin querer. No pensaba que lo fueras a pillar con la frente. —Explicó.

—Que sí, que me lo llevas diciendo desde la ambulancia. —Le miré mal. —Qué tal si quitas tu asquerosa cara de la pantalla y le das el teléfono a.... ¿Literalmente, cualquier persona? —Le sonreí falsamente.

—Está bien, pero quiero que sepas que te quiero, te quiero mucho. —Siguió con lo suyo.

—La, la, la, no te escucho...—Cerré los ojos con fuerza.

Lejos de casa, cerca de ti. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora