Italia.
Becca.
Tres hombres de diferentes alturas y muy parecidos entre sí, esperaban pacientemente en el porche delantero cuando Jess abrió la puerta.El primero y más mayor supuse que sería el padre; Pelo totalmente blanquecino y abundante, sonrisa encantadora, ojos claros...No sé cuántos años tendría, pero se conservaba muy bien.
El segundo en la fila era un chico de unos veinte y pocos, rubio y con los ojos oscuros. Adiviné que era Dante por la forma en la que observaba y sonreía a mi hermana.
El tercero y último, era bastante más pequeño, de unos diecisiete o dieciocho, un poco más rubio que moreno y ojos de un marrón claro. No pude verle mucho los rasgos de la cara ya que estaba inclinado hacia la izquierda para que no le viéramos dar una última calada al cigarrillo en su mano.
Al lanzar la colilla al suelo y mirar al frente, no vi ningún rastro de aquella sonrisa de príncipe que traían sus otros parientes. De hecho, tenía cara de aburrimiento.Dante dio un paso al frente. Chico valiente.
—Hola, yo soy Dante. —Nos sonrió, tenía la misma sonrisa que su padre.
—Mierda. —Maldijo Andrew por lo bajito, al soltar un billete sobre mi mano. Habíamos apostado si era moreno o rubio.
— ¡Dante! —Mamá no perdió ni un minuto en abalanzarse sobre él como si fuera una presa de caza. —Al fin te ponemos cara. —Le plantó dos besos en las mejillas.
Compartí una mirada divertida con mi hermano.
— ¡Tú debes ser Becca! —Me miró entusiasmado. —Jess me ha hablado mucho de ti. —Me abrazó con total confianza.
—Es increíble que hasta ahora no hayamos podido vernos en persona, Dante. —Le acepté el abrazo.
Aunque nosotros no habíamos llegado a conocerlo en persona, ya que estábamos en Ámsterdam, si habíamos hablado con ellos por llamada y bueno...lo que Jess nos contaba a Kora y a mí a escondidas.
—Mira, te presento a mi padre. —Lo señaló al ver que no iba a parar de hablar con mi madre. —Y aquel de allí es mi hermano pequeño. —Señaló al rubio apoyado en una pared y este como saludo, simplemente asintió con la cabeza.
Me quedé mirándole curiosa, había algo en él que me hacía desconfiar. Poco a poco, vi como se le formaba una pequeña sonrisa en los labios...Fruncí el ceño, no sé por qué, pero me molestó que lo hiciera.Aparté la mirada cuando noté que alguien se acercaba.
—Encantado de conocerte. —Dijo como pudo y con un acento italiano potente.
—El placer es mío, Señor Bianco. —Estreché su mano con gusto.
—Per favore, llámame Adriano. —Yo le sonreí, pero antes de pudiéramos entablar conversación, la nonna se lo llevó para interrogarlo.
Vi de reojo al menor de los Bianco, que ahora tenía la vista fija en su teléfono y me acerqué sin saber muy bien por qué.
—Ciao, sono Becca. —Él me miró de refilón. — ¿La sorella di Jessica? —Hablé como pude con mi italiano oxidado.
— ¿Tenéis cerveza? —Soltó sin más.
— ¿Perdón? —Me tomó desprevenida.
—Que si tenéis cerveza. —Repitió más lento.
—Te he entendido a la primera. Y no sé si tenemos. —Le miré extrañada por su comportamiento de mierda.
—Vale. —Asintió sin darle más importancia y volvió a su teléfono.
—Puedo ir a ver, si quieres...—Propuse, recordando que le prometí a Jess que esta cena saldría bien.
—Por mí, bien. —Me sonrió fugaz. —Después de ti, Becca. —dijo al ver que no me movía.
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Lejos de casa, cerca de ti. ©
Teen Fiction¿Qué harías si tu hermana mayor decide casarse en tu ciudad natal y comunicártelo tan solo un mes antes? Eso es básicamente lo que le pasa a nuestra protagonista, Becca, cuando se ve forzada a viajar hasta el otro lado de Europa para ayudar en los...