Capítulo Ocho.

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Italia.

Logan.

—Logan, ¿Dónde estás? —Grita Adriano desde algún punto de la enorme casa.

— ¿Qué quieres? —Contesto con desgana, sin moverme del sofá.

— ¡Tu hermano te busca!

—Pues me alegro. —Digo sin apartar la vista del libro frente a mí.

Mi hermano aparece por las escaleras antes de que Adriano volviera a responder.

—Deberíais probar los teléfonos, van muy bien para hablar a distancia. —Dante se sienta frente a mí, en uno de los carísimos sillones de Adriano.

—Es que como tiene cinco teléfonos, no sabe por cual de todos llamarme. —Aparto fugazmente la vista del libro y le sonrío falsamente.

—A veces eres un poco duro con él, ¿No crees?

Cierro los ojos un par de segundos, recurriendo a la poca paciencia que me queda, y deposito el libro sobre mi pecho. Ni de leer tengo ya ganas.

— ¿Para qué me buscabas? —Cambio de tema, él rueda los ojos.

—Jess y yo iremos a ver un par de sitios más para la boda y después la llevaré a cenar, que está un poco desilusionada con todo ese tema...—Ladea la cabeza.

—Menuda putada, lo de aquel castillo, ¿Eh?

—Si, lo es. La verdad es que era un buen sitio para casarse...Pero no pudo ser. —Hizo un mohín.

—Pero no lo entiendo, nosotros podríamos pagarlo...—Me encojo de hombros.

—Jess no quiere que yo lo pague todo.

— ¿Prefiere eso antes que casarse allí?

—No lo sé, Logan. —Se encoge de hombros. —Pero el caso es que necesito que te encargues del puesto un par de horas, solo hasta que Carina llegue.

—Joder...—Suspiro. —Esta bien, pero solo un par de horas. —Le señalo con el dedo índice.

—Si, sí, en cuanto Carina llegue, podrás irte a donde quieras. —Me asegura.

—Más te vale. —Recojo el libro de mi pecho para continuar leyendo.

—Baja los pies del sofá. Vale más que esta casa y tú juntos. —Ordena Adriano al pasar por allí.

Le saco el dedo corazón en cuanto se da la vuelta.

—Jess pasa a recogerte en un rato, intenta animarla. —Me sonríe Dante.

—Como sabes que eso se me da genial... —Ironizo.

Jess pasa a por mí acerca de las seis de la tarde.

— ¿Qué tal todo, rey? —Me sonríe nada más sentarme en el asiento del copiloto.

—Bien, bueno, ya sabes...Quitando a Adriano y sus gilipolleces, todo bien. —Hago un mohín.

— ¿Algún día dejaras de llamarle así? —Volvió a la carretera mientras me ataba el cinturón de seguridad.

— ¿Por qué? Así es como se llama. —Me hago el loco.

—Eso, tú hazte el loco...Pero a mi no me la cuelas. —Me mira de refilón.

—No sé de que me hablas, Jessica. —Le sonrío inocente y ella me mira divertida. —Por cierto, ¿Sabes donde puedo encontrar a tu hermana? —Suelto como si nada.

— ¿Perdona? —Me mira con el ceño fruncido. — ¿Me he perdido algo?

—Dios, no. —Le corto.

Lejos de casa, cerca de ti. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora