IX - Tormenta

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¿Que salió mal Pedro? ¿Que hice mal yo?

Todo inicio ayer por la noche, la familia se preparaba para el día de mañana había mucho por hacer para la ceremonia del don de la más pequeña y tal vez última de su generación, por eso mismo la fiesta iba a ser enorme.

Todo el pueblo se llevaba preparando para la mayor celebración, habían puesto incluso algunas mesas afuera y se pensaba decorar el camino desde el pueblo hasta la casa. Alma estaba contenta como hace mucho no la veia, pero eso sí el doble de exigente en cada detalle.

Mirabel ahora estaba en su cuarto saltando sobre la cama tomada de la mano de Camilo.

–Mañana, tendrás, tu, cuarto. –Dijo sin dejar de saltar. –Pero, el, mío, será, el, mejor.

–No, mi don será mejor.

–Niños no salten, se van a caer. –Movi el buró para mostrar el reloj. –Ademas ambos deben irse a dormir ya.

–Vamos casita aún no, quiero jugar otro rato.

–Si, si otro rato casita. –Camilo volvió a saltar sobre la cama.

Unos golpes en la puerta detienen a Mirabel de volver a jugar con su primo, la puerta se abre dejando ver una sombra alta con unos pequeños ojos por detrás. Camilo dejo de saltar.

–Ya es hora de dormir... Camilo, ¿Que haces aquí?

Mirabel se ríe por lo bajo, se sorprende que su primo tenga miedo de su tío favorito y sus mascotas, un trueno le hizo saber a Camilo que su mamá ya se había dado cuenta que no estaba en su habitación y entre su tío tenebroso y su mamá le temía más a su mamá. Sin pelear mucho ambos se fueron a la cama.

Yo me quedé sentado en la cama cantándole a Mirabel.

–Navegando en un mundo, que cambia y sigue cambiando.

–Casita... –Hablo medio adormilada. –¿Mañana tendré mi puerta?

–Claro que si oruguita, tendrás la habitación más increíble y especial que hayas visto.

–Gracias casita

Me quedé cantando por lo bajo hasta que llegó la hora, corrí hasta donde estaría su puerta, apenas se acabo de formar sabía que sería muy diferente con ella, el marco era diferente al resto más detallado. Mi sorpresa solo aumento cuando salió un enorme brillo cuando subí por su perilla, apenas podía ver, y tomo cientos de formas antes de volverse el cerrojo que buscaba.

–Eres especial Mirabel.

Pero esa felicidad y emoción que sentía se esfumo. ¿Cuando fue? En la mañana no hubo ningún cambio todos desayunaron juntos y luego se fueron a ayudar al pueblo, Mirabel se quedó con Bruno jugando como siempre y Camilo aprendía a imitar a la perfección. Alma dirigía los preparativos para que todo saliera bien, la vela ardía fuerte, todos estaban listos e incluso Bruno estaba cerca.

Mirabel aunque nerviosa estaba feliz, me miró a los ojos y luego a su abuela, le hice una señal para invitarla a abrir su puerta.

Pero apenas despegó su mano algo se sintió mal, una ola de dolor me invadió caí al suelo, no podía respirar. Mirabel me miró pero no escuché lo que dijo, volte la vista a dónde estaba Alma de pié.

Su rostro reflejaba horror y cuando Mirabel se intentó acercar Alma se alejo de ella ¿Que tenía en la cabeza? Bruno corrió a cargarla para llevarla a la guardería, Julieta fue tras el apenas pudo salir del shock. Me moví aún lleno de dolor quite las escaleras del patio y no deje que nadie fuera de la familia subiera.

Alma comenzó a pedir a la gente que se retirarán, ayudaba con eso cerrando las ventanas y las demás puertas, movía los pisos como podia.

–La magia está bien, es fuerte como siempre, no pasa nada, el Encanto esta seguro...

Oi su voz desde el frente de la guardería donde dirigía el movimiento entero de la casa para que salieran todos con cuidado, podía escuchar a Mirabel dentro llorando.

–Ha de ser Mirabel la que está mal, Mirabel es quien cometió algún error de seguro.

–¡Alma! ¡Como dices eso!

Esas palabras no salieron del pueblo, esas palabras salieron de Alma. No espere más y saqué a todos sin importarme la forma, cerré las puertas.

Entre a la guardería para verla, quería abrazarla, consolarla al igual que Bruno y Julieta lo hacían, acerque mi mano a su cabello pero no la sentía, solo paso de largo como si fuera aire.

–¿Mirabel?–Hable suave, escondía su rostro en el pecho de su mamá.

–Casita... ¿Que hice mal? –Despego un poco su rostro. –Casita... ¿Dónde estás?

–Aqui Mirabel, frente a ti.

–No... Ahí no estás.

–Mi niña tranquila, casi sigue bien. –Dijo Julieta señalando donde unas baldosas se movían.

Sentí lagrimas correr por mi rostro, mi corazón desmoronarse. Salí corriendo del cuarto aún sintiendo cortadas con cada paso, no pare hasta caer frente al cuadro de Pedro, apenas me podía mover y el dolor que sentía aumento. Creí que mis huesos se volverían polvo, la cabeza dolía tanto que creí explotaría, me moví hasta acurrucarme en la esquina, ni siquiera podía sentir el resto de casa.

¿Que acaba de pasar?

El espiritu de CasitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora