XV - ¡Un bebé!

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La lluvia arrasa con todo a su paso, el aire quiere arrancar los árboles del suelo, el mismo edificio tiembla ante el clima. Y de pronto... Calma total, los cielos se despejan como si nada hubiera pasado, el sol brilla y un arcoiris cruza el cielo.

Una vez que la partera sale del cuarto, con cautela asomó mi cabeza atravez de la puerta, solo para encontrar el más adorable momento. Pepa notablemente agotada carga entre sus brazos a un pequeño bebé de piel oscura, junto a ella Félix la abraza por los hombros.

-¡Quiero ver! ¡Quiero ver! -Camilo entra corriendo al cuarto, pero al llegar a la cama se queda quieto abriendo los ojos con asombro -Ese es mi hermano... Es muy pequeño, no va a poder jugar conmigo.

Camilo hizo un puchero molesto mientras se recargaba en la cama, el niño se había pasado meses diciendo cómo y a que jugaría con su hermano en cuanto naciera. Todo mundo le había advertido que tendría que esperar para que pudiera hacerlo.

Dolores, que había entrado detrás de su hermano se quedó quieta mirando al pequeño bebé desde el otro lado de la cama, había escuchado sus latidos durante todo el embarazo de su madre, pero tenerlo frente a ella era diferente.

Era un lindo momento, me quedé sentado frente a ellos solo viéndolos hablar.

-¿Fue así cuando nacieron los trillizos Pedro? -Suspire.

Los días que siguieron estuvieron llenos de alegría además de Alma mostrando lo fuerte que era su hija por tener un hijo a esta edad y lo adorable que era su nuevo nieto.

Yo estaba más preocupado por Pepa, apesar de que la comida de su hermana le ayudará a mantenerse sana, aún estaba cansada y débil.

Dolores y Mirabel permanecian cerca de ella para cuidarla, pues eran quiénes tenían menos tareas en el pueblo. A pesar de ser jóvenes estaban encantadas de ayudarle a Pepa.

–¿Ya saben cómo se llamará tía?

–Felix quiere llamarlo como su abuelo –Pepa le daba pecho al bebé.

–Mi abuelo murió hace unos años –Hablo suave Dolores.

Mirabel aún tenía a sus abuelos paternos pero suponía que debió ser muy triste, solo sabía que el abuelo Pedro murió pero en verdad no lo conoció.

–Es parte de la vida Mira. –Le dije en la noche cuando volvió a su cuarto. –Todos nacen, crecen y muere.

Con un movimiento puse la cobija sobre ella.

–¿Tu morirás casita?

–No lo se... Pero mientras esté aquí cuidare de todos.

Mirabel sonrió.

Los días siguientes estaban llenos de celebración.

El espiritu de CasitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora