C A P Í T U L O 1.

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Compruebo que los pétalos de las rosas no están marchitos mientras subo las escaleras hacia el piso. Las huelo, y disfruto de su aroma antes de llegar a la puerta.

Rosas.

Aquel fue el primer regalo que me hizo Samuel cuando empezamos a salir hace exactamente ocho años. Esbozo una tímida sonrisa al recordar la ilusión con la que tomé el enorme ramo ese día.

Y hoy, en nuestro octavo aniversario, de nuevo le llevo el mismo detalle, como ya es costumbre desde que estamos juntos.

Toco la puerta con los nudillos. Él estaba esperándome, así que la puerta se abre al instante. La figura de Samu sin camiseta, descalzo y en pantalones cortos me recibe. Toma un trozo de pizza con su mano derecha y mastica con ganas al mismo tiempo que me mira sorprendido.

Extiendo mis manos para entregarle el ramo de rosas, sonrojada.

—Feliz aniversario, Samu—susurro, accediendo al piso.

—Mierda, Eli—masculla, tragando el trozo de pizza y oliendo las rosas—. Olvidé que era hoy. El trabajo me tiene consumido, creo que me estoy volviendo un puto vejestorio. —Samuel tiene la costumbre de bromear cuando se siente nervioso, y por su risa noto que está un tanto incómodo.

—No importa, de verdad—niego—. Es un simple detalle, nada más—apunto, quitándole importancia a que, en realidad, lleva teniendo ocho años para acordarse de cuándo es nuestro aniversario. Nunca fui detallista antes, pero con Samu siempre me sentí impulsada a serlo.

Ambos tomamos asiento en su sofá y, en la oscuridad que consume la habitación, pone "Shrek" en la televisión. Tomo un trozo de pizza, me quito las zapatillas y me acomodo junto a él. Samuel no tarda en arroparme con su brazo sobre mis hombros.

—¿Cómo llevas los preparativos del erasmus? —pregunta, tomando otro trozo de pizza.

—Tengo preparado todo lo que me llevaré. La ropa, las maletas, ¡incluso las sábanas! —exclamo, mirándolo de reojo.

Sé que no le agrada especialmente la idea de que me vaya durante nueve meses a un país extranjero. De hecho, nos costó una larga pelea el día que le confesé que me habían concedido el erasmus.

Y es que, aunque no lo parezca, esta será la primera vez que vamos a estar separados tanto tiempo. De hecho, va a ser la primera vez que alguno de los dos rompa la monotonía que llevamos teniendo desde hace toda una vida.

—Elia, ¿el tiempo de antelación con el que preparas las maletas es proporcional al miedo que le tienes? —bromea entre risas, tomando otro trozo de pizza. Odio que me llame por mi nombre completo, pero él acostumbra a hacerlo en ciertas situaciones, sobre todo cuando algo le molesta de mí.

Sonrío tímidamente, pensando en lo mucho que me costó convencerlo de todos los motivos por los que decidí vivir esta experiencia.

—Más bien proporcional a las ganas que tengo de hacerlo—aclaro, girando mi rostro para mirarlo—. Es una oportunidad única, Samu.

—Una oportunidad única para que te vuelvas loca—añade, en un tono cómico que sabe que detesto—. Estoy harto de ver en redes a todas esas putas de fiesta, hasta arriba de alcohol y drogas, ligándose a italianos babosos. Te expliqué en su día que yo no quería eso para ti—repite, sumergiéndose de nuevo en el círculo vicioso de prejuicios y reproches en el que entramos cuando recibí la noticia de que estaba aceptada para irme.

—¿Y tú piensas de verdad que yo soy así? Samuel, parece que no me conoces, y eso que llevas ocho años viéndome la cara a diario—farfullo, decepcionada por el hecho de que haya querido sacar de nuevo este tema en la conversación.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora