C A P Í T U L O 13

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Tras apenas dos horas de sueño profundo, con los primeros rayos de sol iluminando el nuevo día a través de la persiana, me pongo en pie. Preparo mis pertenencias y me muevo con sigilo por el piso de Aray. Tenía razón, ninguno de los chicos llegó por la noche.

Al llegar al pasillo, la puerta entreabierta de su habitación me detiene por completo. Asomo la vista, curiosa, a través de la estrecha rendija por la que su imagen se deja ver a oscuras, tendido bocabajo sobre la cama. Está en ropa interior, y tan solo alcanzo a verle la espalda y el trasero. Su rostro descansa hacia el lado contrario de la cama. Suspiro, recordando la estresante escena que vivimos la noche pasada.

Me dirijo a la salida, donde giro la llave en la cerradura para abrirla lentamente y no hacer ruido. Cuando salgo del piso la cierro a mis espaldas y corro escaleras abajo. No tengo paciencia para esperar al ascensor, de ninguna manera.

Cuando salgo al exterior, una fuerte bocanada de aire frío mañanero me hiela por completo. Tirito como acto reflejo y me abrazo a mí misma de camino al autobús.

Al llegar a la parada, éste no tarda en llegar. Pienso en lo absolutamente horrible que debo verme ahora mismo. Ni siquiera me he mirado al espejo, pero sé que debo estar cubierta de ojeras, con el cabello revuelto y el rostro pálido y cansado. Nada nuevo.

En el interior encuentro a decenas de personas bien vestidas y arregladas. Todos ellos irán a sus respectivos trabajos, y aquí estoy yo, regresando a casa tras una tarde/noche desastrosa, sin nada más de ruido en mi cabeza atormentándome a cada segundo.

El trayecto de vuelta a casa se me hace eterno y, de camino a mi piso, no dejo de darle vueltas a la cabeza sobre lo sucedido en las últimas horas. Quisiera comenzar de nuevo y actuar diferente en todos los sentidos. ¿Será Aray el único que haya percibido en mí una persona alejada del resto de la humanidad? No puedo creer que todo este tiempo haya estado pensando eso de mí. ¿Estuvo tan cercano a mí por lástima?

Resoplo sucesivas veces hasta entrar a mi silencioso hogar. No sé si Jung o Sabela están aquí, o si estarán dormidas, pero voy directa a la ducha. Bajo el agua caliente consigo calmar ese intenso subconsciente que me agota.

Envuelta en una toalla camino descalza y empapada por el pasillo hasta llegar a mi habitación, donde observo mi teléfono móvil cargando. Al encender la pantalla principal un mensaje entra directo en ella.

Mi corazón se acelera al ver su nombre en ella.

—Aray—musito, temerosa por leer su mensaje.

"Hola Eli. He visto que te has marchado... Espero que todo esté bien. Siento haber sido un gilipollas. No me lo tengas en cuenta. Por favor, dime que has llegado bien a casa".

Sus disculpas me sorprenden. De hecho, me sorprendió su capacidad de decir cualquier cosa en un tono templado y astuto. Pudimos haber peleado, peor ninguno dimos pie a ello. Él simplemente me confesó su opinión, y yo la tragué con total decepción. No quise hacer ver que tenía razón, porque mi orgullo no me lo permitió. ¿Acaso debería haberle hecho saber que, con un par de meses, ha sido capaz de calarme al completo? Ni de coña.

"Buenos días Aray. Tranquilo, está todo bien. Estaba cansada y no supe cómo gestionar la situación. Ya estoy en casa".

Agradezco el detalle de que me hable, y me alegra darme cuenta de que su actitud hacia mí, por lo que veo, no ha cambiado. ¿Se ha convertido en un pequeño apoyo aquí? Puede ser. Quizás por eso me dolió tanto que me diera de bruces con la realidad.

Sin embargo, sigo pensando que lo que sucedió ayer fue digno de una traición en toda regla. No obstante, no me da tiempo a pensarlo más, puesto que el sonido de unos nudillos golpeando la puerta de mi habitación me distraen por completo.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora