C A P Í T U L O 20

2 1 0
                                    

Que la adicción de Sabela por el mundo de la noche me rescatase de aquella situación era lo último en lo que pude haber confiado, pero así fue.

Estuve con ella y con el resto de chicas de nuestra universidad hasta que amaneció. Bela me acompañó a casa y, tras estar mirando mi cara larga durante toda la noche, tuvimos una conversación sobre lo ocurrido. No podía quitarme de la cabeza lo sucedido, y mucho menos asimilar que ella tuviera razón sobre mi relación con Samuel.

Papá y mamá no sospecharon. De hecho, les conté que Samuel se había marchado pronto al pueblo de su tía y no regresaría hasta después de nochevieja. ¿Qué podía hacer? No iba a pasar otro evento importante con él si habíamos olvidado cómo convivir juntos, cómo respetarnos o querernos bien.

Mientras tanto, aquellos momentos en los que necesité llorar y expresar mi rabia a solas, procuré que ellos no estuvieran en casa, o salir a la calle para hacerlo. Después de todo lo que había sucedido, no podía confesarles que Samuel y yo estábamos peor que nunca. Ellos habían estado en contacto con él durante mi ausencia, y habían preparado un viaje familiar por primera vez en ocho años.

Los días pasaban a mis espaldas, y la propuesta de Sabela aún rondaba por mi mente. Ella saldría en nochevieja, como de costumbre. Sin embargo, este año mi actitud es diferente. Quizás ya no tengo la presión de que mi novio, la figura a la que idolatro, critique mis decisiones en función de si son o no decentes.

¿Qué más podría hacer? Quizás continuar pudriéndome en mi habitación no hubiera sido la mejor decisión. Tampoco pasar la nochevieja con mis padres. En algún momento aparecería Samuel en la conversación, y no quiero tener que ser yo la que les diga que en mi cabeza ahora mismo no sigo con él.

Una voz en mi interior me convencía constantemente de que sería inteligente escapar de todo aquello, aunque para hacerlo tuviera que pasar la noche en vela, rodeada de cuerpos ebrios y música alta.

Y así, sin estar del todo convencida de ello, me visto con el único traje que tengo. La camisa blanca estiliza bajo la americana negra. Jamás pensé que vestiría un traje en una discoteca, celebrando nochevieja con Sabela y las compañeras de la universidad. Me miro al espejo y, para continuar con los cambios, en lugar de recogerme el cabello en un moño, lo hago en una cola baja engominada.

Observo en el suelo mis zapatillas desparramadas a lo largo de mi habitación. Niego con la cabeza al observar los únicos tacones que tengo.

—Que le den...—susurro, tomando mis zapatillas de plataforma. Nadie se dará cuenta de lo que llevo en los pies. De hecho, nadie se dará cuenta de que estoy allí.

Me dibujo dos largas rayas en los ojos, y cubro mis pestañas con máscara negra. Un sonoro suspiro escapa de mis adentros, al mismo tiempo que la puerta de mi habitación se abre poco a poco.

Mi corazón se acelera al ver el rostro de mamá. Esbozo una sonrisa forzada.

—Estás guapísima, cariño— halaga.

—Muchas gracias mamá.

—Toma, quiero que lo pases bien. Llevas varios días sin salir de casa—apunta entregándome un billete de cincuenta euros—. Entiendo que estés decaída por la marcha de Samuel, pero haces bien en ir a esa cena de universidad—comenta, sentándose sobre la silla de mi escritorio, sin parar de mirarme de arriba abajo.

Le mentí cuando le dije que pasaría la noche en una sala glamurosa, cenando con las compañeras de la universidad. En realidad, pasaré la noche en una discoteca rodeada de extraños. Pero jamás me hubieran dejado si les hubiera contado la verdad. No es la primera vez que les miento.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora