C A P Í T U L O 17

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La noche fue larga, y sus consecuencias aún perduran esta mañana. La habitación me da vueltas al despertar, sobre el mediodía.

Tengo el dormitorio hecho un desastre. He sacado más de la mitad de mi ropa del armario para llevármela a España durante las vacaciones de Navidad. Además, debo llevarme mis pertenencias más importantes. Mañana volamos Sabela y yo de regreso a Granada, y no tengo nada hecho aún.

Exhausta, levanto de la cama. Me reflejo en el espejo y busco en mi mesita de noche la pinza con la que suelo recoger mi cabello. Sin embargo, no está ahí.

—Joder...—mascullo, recordando que Aray la puso en su bolsillo tras quitármela.

Entrelazo tres cabos y termino haciéndome una trenza sencilla. Me cambio de ropa y me tiro al suelo, junto a la maleta.

La cabeza aún me retumba, como si la música continuase sonando en mi interior. Y, como si me hubieran sentido despertar, tres toques en la puerta me distraen de mi pobre tarea.

La puerta se abre, y el rostro curioso de Bela asoma a través de ella.

—¿Toc, toc? ¿Aún sigues teniendo resacas de primeriza? —bromea entre risas, accediendo a mi habitación mientras esquiva los chismes dispuestos por el suelo.

—No debimos salir anoche... Si mañana tengo que tener todo esto organizado voy a llegar muerta a España—farfullo, con la voz un tanto afónica aún.

—No es para tanto, ¡quejica! Anoche mientras bailabais Aray y tú no pensabas lo mismo. Eh, dime. ¿Qué cojones pasó con vosotros las horas que estuvisteis por ahí? ¡No me jodas que os liasteis! —exclama, pero la cantidad de palabras que escapan de su boca en tan poco tiempo se hacen borbotones en mi mente.

—No seas tonta, Bela—farfullo, levantándome del suelo y tomando de la silla de mi escritorio un chándal cómodo—. Me dio el bajón porque recordé toda la mierda por la que estamos pasando Samuel y yo ahora mismo. Y que ya mismo volvemos a España y aún no tengo ni puta idea de lo que va a pasar—suelto, sin ningún tipo de reparo.

—Aún no sabes qué hacer, cuando él te está dando todas las pistas que necesitas... ¡Si hay dudas, no hay más que hablar! —exclama ella, sentándose sobre la silla y observándome mientras comienzo a guardar la ropa en la maleta—. La Elia convencida de su relación no bailaría como bailaste tú anoche con Aray—apunta, y una espinita se clava en mi pecho.

La primera vez que mantuve un contacto más estrecho con Aray me sentí verdaderamente mal. Los remordimientos y el malestar se apoderaron de mí. Sin embargo, ahora ni siquiera pienso que sea algo malo, o algo que no debí hacer.

—Ni siquiera sé lo que siento, Bela. Y no lo sabré hasta que no lo vuelva a ver—reflexiono, intentando desviar la atención de Aray.

—Falta poco entonces. —Ella también parece decaída por su marcha.

—¿Y tú? ¿Estás lista para volver? —le pregunto, sintiendo que en estos últimos meses apenas hemos hablado sobre ella.

Bela suspira, reflexiva.

—No sé si voy a ser capaz de asumir otra vez vivir encerrada bajo las leyes de mis padres—confiesa, haciendo girar la silla rotatoria sobre la que se encuentra sentada—. Si así es como se siente la libertad, no quiero dejarla escapar—cuenta entre risas.

—Y tanto—afirmo, consiguiendo poco a poco poner orden a mi habitación—. ¿Cómo es posible que haya cambiado tanto en tan poco tiempo? —me pregunto a mí misma, e inconscientemente me traslado a las palabras que Samuel me dijo hace semanas.

Me aseguró que estaba cambiando. Que se estaba dando cuenta de que la persona de la que se enamoró ya no era la misma. Yo lo negaba por completo y aún no sé diferenciar si puede que tenga razón, o simplemente sean sensaciones suyas.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora