C A P Í T U L O 5

6 6 0
                                    

No dejé de pensar en lo que estábamos haciendo constantemente, y sé que todos me lo notaron. Jung y Sabela sabían lo que estaba pasando por mi cabeza. Incluso en varias ocasiones, Aray me dedicó un par de miradas confusas. Como si quisiera adivinar lo que preocupaba a aquella extraña en su casa.

Por suerte, la noche no fue a más. Regresamos a casa horas después, esa misma madrugada, con la salida del primer autobús. Conseguí dormir un par de horas.

Al día siguiente, Jung tuvo que curarme la herida y hacerlo continuamente durante toda la semana, puesto que no soporto la aprensión que me causan este tipo de imágenes.

Además, el comienzo del curso en italiano nos pilla por sorpresa. Tal y como les advertí, no llegamos con base, y mucho menos con perspectivas de cogerla en poco tiempo.

Sabela y yo no tardamos en descubrir que asistir a clases se convierte en una pérdida de tiempo cuando no aprovechas las explicaciones orales que te dan. De este modo, fue ella quien empezó a faltar primero, y después caí yo. Decidí no decirle nada a Samuel. Para él, aún sigo yendo a clases. Si supiera que estoy descarrilándome ligeramente de mi trayectoria, probablemente se olería que me está sucediendo algo y culparía a la mala influencia de Sabela.

No le he hablado de Jung. Tampoco de los chicos del piso. Quizás todos ellos sean simples pasajeros en esta historia, y no merezca la pena preocupar demasiado a Samuel con todo esto.

Llegado el siguiente fin de semana, Jung no tarda en idear uno de sus planes extrovertidos. Ella es ese terremoto humano que todos necesitamos en nuestra vida para sacarnos de la comodidad de casa, o de la zona de confort.

—¡Mis viejas! —exclama, apareciendo en el salón vestida con ropa ancha y deportiva y un moño alto deshecho. Sabela y yo la observamos tumbadas desde el sofá—. Hoy vamos de turisteo por Florencia. ¿Os parece bonito que aún no conozcamos la ciudad en la que vamos a vivir los próximos nueve meses? —Se cruza de brazos y nos mira a las dos, plantada en mitad del salón y esperando una respuesta por nuestra parte.

Desde que se enteró de que Sabela y yo tenemos veintiséis años, no deja de llamarnos de esa forma. Le he cogido cariño aunque, en cierto modo, llevo mucho tiempo sintiendo como si el tiempo hubiera dejado de pasar por mí.

Miro a Sabela, intentando que sea ella la que le responda negativamente a su propuesta.

—Coño, estaba esperando que lo dijerais—asiente, levantándose del sofá—. ¿Vamos? —me pregunta.

—Niñas...—suspiro, resignada—. Deberíamos aprovechar para estudiar. Ya salimos la semana pasada—recuerdo, un tanto asfixiada por la sensación de culpa que siento.

—¿Estás de coña? ¡Y qué más da! —exclama Jung, acercándose a mí y tumbándose a mi lado—. Además, hemos avisado al cuarteto de la muerte. Dicen que se vienen con nosotras—informa, y al instante se le ilumina el rostro a Sabela.

—Vamos tía, no seas coñazo. Al final no te lo pasaste nada mal el sábado pasado, admítelo.

—No—farfullo—. Chicas, no los conocemos de nada. Estuvimos bebiendo en aquel lugar, con cuatro tíos desconocidos. ¿Sabéis lo realmente extraño que suena eso? ¿Os imagináis lo que hubiera podido pasar si no llegan a ser relativamente normales? —pregunto, angustiada tras haberlo estado pensando durante toda la semana, culpándome a mí misma por arriesgarme de esa forma y por perder una noche entera en aquel asunto.

—Eli, ¿qué estás diciendo? Te curaron la herida y estuvimos muy a gusto en su piso. ¿Acaso no estuviste genial allí?—pregunta Jung, perpleja ante mi estricta posición.

—Jung tiene razón—apunta Sabela, cruzándose de brazos—. El erasmus no es una experiencia para pasarla nosotras solas, y eso lo sabes bien. Me dijiste que querías descubrir mundo y personas, y vivirlo todo al límite—recuerda, y mis propias palabras rebotan en mi mente.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora