C A P Í T U L O 12

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Apenas ha pasado una semana desde nuestra aventura en Venecia, y aún la recuerdo tan bien como si fuera ayer. Bela tenía razón, hubiera sido un error garrafal haberme perdido tremenda experiencia. La escapada consiguió recuperar mi ánimo de forma instantánea y, aunque Samuel continúa encerrado en sus propios pensamientos, trato de tomarme esta situación con más filosofía.

Jung dice que lo más sensato es esperar a mi regreso a España. Según ella, la distancia y el móvil separan hasta a los corazones más enamorados. Sin embargo, yo no lo creo así. Samuel está viviendo una época difícil. Tan solo debo esperar a que la marea tome calma para regresar a él. No es la primera vez que le ocurre, y lo conozco lo suficiente como para saber que si situación en el trabajo y el estado de su madre son capaces de modular a su antojo su complicado temperamento.

Por mi parte, comienzo a mejorar mi nivel de italiano. Comprendo mejor el temario que se nos ofrece, a pesar de faltar a la mayoría de las clases.

No obstante, el grupo vuelve a arder con la llegada del fin de semana. Me temo lo peor cuando leo que vuelven a proponer una nueva salida nocturna. ¿Acaso estos seres no saben hacer otra cosa que emborracharse y bailar? Reconozco que debo ser ese pequeño porcentaje de la población a la que la fiesta no se le da precisamente bien.

Cuando decido dar un golpe sobre la mesa y proponer un plan diferente Jung y Sabela están a punto de matarme. No obstante, cuando les explico la idea es generalmente aceptada.

Llevo toda la semana investigando sobre lugares diferentes en Florencia, y descubrí el Giardino delle Rose, un lugar natural muy frecuentado de la zona, y situado en una colina a pocos pasos de Piazzale Michelangelo y grandes vistas a la ciudad de Florencia.

Decidimos vernos con el resto allí, ya que la zona donde los chicos viven es más cercana al lugar que nuestro piso. Por tanto, a las cuatro de la tarde las chicas y yo cogeremos el autobús.

—Deprisa, el autobús no os esperará por ser las más chulas del barrio—farfullo, preparando mi bolso y la ropa que ponerme, observando que quedan menos de quince minutos para que pase el autobús junto a nuestra zona y ellas aún no se han metido en la ducha.

—Sí, ¡pesadilla! Ellos siempre llegan tarde, no se van a morir si esta vez tardamos nosotras—farfulla Bela desde el sofá, revolviéndose ella misma en el lugar.

Bela salió anoche junto a Dominico. En poco tiempo se han hecho inseparables, y Jung parece comenzar a estar celosa.

Le dedico una mirada asesina, poniéndome mis zapatillas blancas de plataforma y ajustando mi sudadera.

—Ellas proponen algo y todo debe salir a la perfección. Pero cuando yo lo propongo...—mascullo en voz baja en mi habitación, mirándome al espejo mientras me recojo el cabello con la pinza.

Enfurecida, salgo de mi habitación y regreso al salón. Apenas faltan cinco minutos para que pase el autobús. Bela continúa sentada en el sofá mirando su teléfono móvil, y Jung aún continúa en la ducha.

—Me piro. Ahí os quedáis. Os esperamos allí, supongo, si es que de veras queréis venir—farfullo, justo antes de abrir la puerta y cerrarla en un fuerte portazo.

No es la primera vez que me desplazo sola. De hecho, he sido una persona relativamente solitaria durante toda mi vida, y soy consciente de que eso ha sido un fuerte problema. Mi capacidad de socializar se ha visto disminuida con los años, y el Erasmus no es precisamente un lugar para ese tipo de personalidades.

Al subir en el autobús sigo el Google maps para comprobar cuál es la parada en la que debo bajar y, al llegar, lo consulto para llegar desde allí hasta el famoso jardín que propuse. Los chicos ya deben estar allí, y a mí me quedan apenas unos minutos para llegar.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora