C A P Í T U L O 8

7 6 0
                                    

No esperaba su mensaje, ni mucho menos que ello supusiera una tregua a nuestra guerra de indiferencia. Tenía pensado ser yo la que diera su brazo a torcer. Sin embargo, él se adelantó.

"Hola Eli... ¿Puedes hablar?". Me escribió. Tardé varios minutos en asimilarlo y en responderle. Le confesé que llevaba esperando toda la semana este momento y, totalmente desesperada, lo llamé. Permanecí media hora en el portal de mi bloque de pisos hablando con él.

No sabía qué Samuel me iba a encontrar, y mi sorpresa fue tremenda cuando vi a un Samuel arrepentido de su rebeldía. Me disculpé por haber traicionado mi palabra, y haber jugado con su tiempo y sus sentimientos.

Firmamos el tratado de paz, y le prometí que de ahora en adelante le dedicaría más tiempo en la distancia. Quizás no le he demostrado lo suficiente que, a pesar de encontrarme a miles de kilómetros de él, sigue siendo el amor de mi vida.

Él, por su parte, prometió confiar en que no seguiría un mal camino. En concreto, el camino de Sabela. Él no sabe que nuestra compañera de piso es exactamente igual que ella, o que los chicos con los que comenzamos a juntarnos les incitan a salir aún más. Prefiero mantener su mente tranquila y hacerle ver que puede confiar en mí. Si supiera de todo lo que estoy rodeada, probablemente no habría forma de hacerlo confiar en mí.

Por otro lado, la petición de Aray por la noche, frente a mi portal, no deja de rondar mi cabeza durante el trascurso de los días. Quizás sí necesite una oportunidad más para demostrar cómo soy en realidad. Una oportunidad en un día que no sea malo, sino espléndido.

Y, en efecto, el día termina llegando. Jung y Sabela se muestran impresionadas cuando acepto la propuesta de salir un sábado por la noche. En otras ocasiones, me habría quedado en casa poniéndome al día con el temario en italiano. Esta vez no.

De hecho en un santiamén me veo involucrada en un enorme tumulto de jóvenes estudiantes españoles, llegando a un lugar llamado "Tenax Club". Según Jung, es un lugar muy frecuentado por la gente de eramus. Y la pregunta es... ¿qué lugar no es frecuentado por los erasmus? Los italianos probablemente deban alucinar cada vez que llegamos los españoles a sus territorios.

Son las una de la madrugada y mis dos acompañantes ya van borrachas como una cuba. Como es costumbre, beben en la calle antes de llegar a la discoteca. Yo, por el momento, me mantengo totalmente sobria.

Recoloco mi cabello atado con la pinza detrás de mi cabeza antes de entrar a la discoteca. Subo mis gafas a la altura de mis ojos y observo con cautela la terrible cantidad de gente que hay en el interior del local. Es el mismo patrón: música alta, escandalosa y ruidosa, alcohol, luces epilépticas y gente joven, borracha y muy cachonda. Nada ha cambiado, excepto mi actitud de hoy.

Mis ojos se trasladan de un lugar a otro, y me avergüenzo a mí misma cuando mi mente se sincera y descubre que, en realidad, me gustaría ver a Aray y demostrarle que puedo ser divertida y encajar con lo que el cree que somos los del sur.

Jung y Sabela me toman la mano. Les cuesta andar con firmeza, pero me encargo de dirigirlas entre las decenas y decenas de cuerpos danzando hasta que encontramos un hueco libre en el centro del lugar.

—Voy a por otra—grita Sabela en mi oído, y al instante frunzo el ceño.

—Bela, deberías esperar a que te baje el colocón un poco más...

—¡De eso nada! De hecho, tú deberías hacer lo mismo—farfulla, tomando mi brazo con fuerza—. Yo te invito—propone, tirando fuerte de mi en dirección a la barra situada en el centro del establecimiento.

Mientras me arrastra hasta allí, intento volver a repetirle que no quiero beber. Ella sabe que no me gusta el alcohol y que, por lo general, me suele sentar bastante mal.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora