C A P Í T U L O 15

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Tras una semana estrepitosa, llena de responsabilidades y pensamientos intrusivos, mi comunicación con Samuel se vuelve dificultosa y tortuosa.

Quizás la conversación con Bela, sumada a las complicadas situaciones vividas desde que llegué ha Italia, me han hecho cambiar la perspectiva que tengo sobre todo lo que me rodea en España.

Supe bien lo que hacía cuando asumí que mi vida era en su mayoría Samuel. A lo mejor por ello, cuando sentí que lo perdía, también sentí que me perdía a mí misma. Ni siquiera sé cómo llegue a ese extremo, pero los recuerdos dolorosos de aquella época ahora se repiten constantemente en mi cabeza.

Además, ver el cambio de actitud tan extremo de Samuel no solo me resultó brusco, sino también extraño. Como si jamás me hubiera cruzado con esa versión en estos ocho largos años.

No pude evitar sentirme realmente mal al escuchar que sentía haberse dado cuenta ahora de que me necesitaba. Quizás todo este tiempo he estado a su lado sin que lo apreciase.

Al igual que yo misma me noto ausente y distante mientras pienso en ello, Jung y Sabela lo notan. Saben que, desde que llegué aquí, los problemas con mi pareja han ido uno tras otro. Y ahora, que aparentemente deberíamos estar bien, soy yo la que cuestiona todo lo que tiene que ver con nosotros.

En un rato libre en el que las tres nos encontramos en el salón, mientras Bela prepara unas palomitas para ver una nueva serie en de Netflix, Jung no puede evitar sacar el tema de conversación.

—Elia, Elia, Elia...—susurra, acercándose a mí y colocando su cabeza sobre mi regazo—. ¿Ese dichoso Samu sigue teniéndote en vilo? —No puedo evitar suspirar ante su pregunta.

—Esta vez no—niego—. Me encuentro en bucle con mis propios pensamientos, y me siento como una puta mierda—farfullo, masajeándome el rostro tras sentir que llevo mucho tiempo sin dormir bien.

—¿Otra discusión machista más? —pregunta Bela desde la cocina.

—Ahora no ha habido discusiones. De hecho, todo lo contrario. La última vez que hicimos videollamada estaba realmente distinto... Me dijo cosas que no me había dicho en mucho tiempo—relato, ordenando mis pensamientos a la vez que hablo.

—¿Cómo qué?

—Él no es de los que te sueltan un "te quiero" fácilmente, o de los que hablen abiertamente de sus sentimientos... Realmente, es una persona muy cerrada—explico, y Jung ríe al instante.

—Un tío piedra, podríamos llamarlo ¿no? —bromea—. Y déjame adivinar... No ha sido capaz de darse cuenta de lo que tenía a su lado en ocho años hasta que has decidido pirarte de su lado de una puta vez—reflexiona Jung.

—Lo hubiera dicho más suavemente, pero estoy así por pensar que esa es la realidad—suspiro, y ese dolor de pecho aumenta cuando lo digo en voz alta.

—Y mientras tanto se ha encargado de inculcarte su actitud de mierda para que creas que realmente su personalidad de impide decirte un "te quiero" más frecuente—farfulla Bela, llegando de la cocina con un bowl enorme lleno de palomitas. Jung, mientras tanto, pone la serie—. Quizás tú no te hayas dado cuenta, pero te reprimes pensando en lo que él pudiera opinar de ti.

La frase de Sabela me cala en el interior. Aquello fue en lo que pensé cuando Samuel me hizo prometerle que me acordaba de él. Y, efectivamente, me acordaba de él. Sin embargo, no de la forma que a él le gustaría. ¿Por qué coño no puedo dejar de preguntarme constantemente en lo que pensaría él si estuviera aquí? ¿O en cómo podría sentarle?

—No creo que empiece a vivir esta experiencia hasta que me prometa pensar en mí misma antes que en nadie más—relato, dejando estallar el nudo de mi garganta en un llanto silencioso.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora