C A P Í T U L O 16

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La Navidad está a la vuelta de la esquina, y con ello nuestro regreso a España por vacaciones. La penuria se respira en el piso y, por lo general, en todo el ambiente de los españoles en Italia. Salta a la vista que ninguno queremos hacer este grueso parón en la experiencia.

Al contrario de lo que me imaginaba al principio, yo tampoco quiero regresar. Llevo todos estos días intentando mentalizarme que tendré que ver de nuevo a papá, a mamá y a Samuel. A los pilares fundamental de mi vida que, en todo este tiempo, no me han hecho falta para ser feliz.

De hecho, me sorprendí a mí misma cuando comencé a descubrir esa versión extraña de mí. Esa versión que en España apenas asomaba. Y esa versión me gusta. Quizás me guste tanto como para imponerla de vuelta en España.

Tal y como esperaba, Samuel trabaja casi todas las Navidades, así que el tiempo de conversación a través del chat es totalmente limitado. Aun así, su comportamiento excesivamente suave, cariñoso y atento me sorprende aún más. ¿Está cambiando? ¿Acaso él también ha modificado su forma de ser tras mi marcha? ¿O es que tan solo desea que no haga nada extraño aquí en su ausencia?

Jung y Sabela se preparan para la cena de hoy. Todos los españoles estaremos hoy concentrados en un mismo restaurante: El Restaurante Osteria dell'enoteca, que se encuentra a diez minutos del Ponte Vecchio.

Esta vez será una cena temática. Todos los asistentes debemos ir vestidos de gala. Cuando leí tal requisito entré en pánico. Yo nunca antes he vestido de gala. De hecho, en mi armario no hay otra cosa que sudaderas, pantalones, camisetas y un par de tops. Aun así, Sabela siempre sabe cómo sacarme de mis apuros.

Me despojo de la ropa que llevo puesta y me adentro en el vestido rojo ceñido y con una sola manga. La forma es verdaderamente preciosa, pero no confío en que pueda llevarlo sin pensar constantemente que expongo mi cuerpo al resto. Aun así, dejo de mirarme al espejo y me siento sobre la silla de mi escritorio.

La luz de mi flexo me ilumina frente al pequeño espejo de mesa mientras me maquillo. Sin embargo, apenas comienzo a pintarme los ojos cuando el vibrar de mi teléfono me distrae.

—Samuel...—susurro, leyendo el nombre en la llamada entrante.

No dudo en coger la llamada, ponerla en manos libres y cerrar la puerta de mi habitación.

—¡Hola Samu! —saludo, continuando con mi maquillaje.

—Hola Eli... ¿Estás despierta? —pregunta, y al instante observo la hora en el reloj de mesa: son las nueve y media de la noche.

—Claro, Samu. Aún es pronto—suelto entre risas, recordando que debería decirle que esta noche probablemente seguiré despierta mucho tiempo—. Y probablemente no coja la cama hasta dentro de horas. Vamos a hacer una cena de despedida en un restaurante muy guay, cerca del Ponte Vecchio. Iremos vestidos de gala—le explico, con el corazón lleno de ilusión.

Sin embargo, el silencio que precede a su respuesta se me hace completamente eterno.

—Joder, Eli...—suspira, con el tono de voz cansado—. Ten mucho cuidado. Sabes que esos ambientes no me gustan para ti, y mucho menos con la compañía que tienes allí...

—Samuel, ya hemos hablado de esto.

—¡Sí, lo se! —exclama, como si le molestase el hecho de recordárselo—. Pero entiende que no sé cómo te comportas en esos ámbitos porque jamás hemos hecho ese tipo de cosas. Y ahora me encuentro a una Elia cambiada, adicta a la fiesta y el alcohol—relata, pero comienzo a captar demasiados errores ente sus quejas.

—Y no necesitas verme en ningún ámbito, porque se supone que confías en mí—farfullo, comenzando a notar la furia escalar hasta mis mejillas. Al instante me sonrojo y comienzo a tener calor.

Rosas en Florencia #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora