Capítulo 4

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Aria

Me levanté temprano. Había pasado una semana desde ese sábado. No nos habíamos enviado mensajes, pero sí había abierto su chat más veces de las que podía contar. Algunas veces escribí y borré. Otras, lo vi a él escribir y borrar.

Sólo había estado con Kim durante esos días, pero prácticamente no hablamos de él. No quería preocuparla, así que le decía que todo seguía exactamente igual, que ninguno sentía nada por el otro.

Por supuesto, le aclaré que la "chica misteriosa" había sido yo, y que Oliver, gracias al cielo, al alcohol, a la falta de luz, y a la enorme espalda de Liam, no me había reconocido.

El resto de los días, hablamos de su viaje, de Oliver, hicimos compras, vimos series, lo de siempre.

Me senté en la barra de la cocina y abracé la taza de café con las manos, mirando un punto fijo del comedor.

¿Cómo iba a escapar de lo que sentía por él?
Imaginaba distintos escenarios, en los que podíamos ser los mejores amigos, pero todos terminaban en la misma secuencia: Él sonriendo, él mirándome, él besándome.
Sólo tenía que contenerme por dos meses y medio, nada más. No podía ser tan difícil.

Di un respingo al sentir una mano sobre mi hombro.

—¿Estás escuchándome? —preguntó mi madre.

—Perdón, estaba distraída.

—Ay, hija... —se ubicó frente a mí, también con una taza de café entre las manos

Mi madre y yo éramos por demás de parecidas. Más allá de que había heredado sus ojos verdes y el cabello castaño claro, teníamos prácticamente los mismos gestos. Era como verse en un espejo.

Se sentó exactamente en la misma posición que yo.

—¿Qué?

—Estás en ese estado hace días. Sólo estás presente físicamente, tu mente vuela... —sonrió con picardía—. ¿Quién es ese Liam? No es tu amigo, ¿verdad?

—No... —actué un gesto de preocupación. Ella abrió la boca, sorprendida—. Es amigo de mis amigos.

—¡Mala! ¡Sé que te gusta!

Mi madre podía leerme, era imposible ocultarle un secreto. Como siempre, iba a presionarme hasta que se lo dijera.

—Bien —suspiré, acomodándome en el taburete—. ¿Quieres la verdad?

—¡Claro que sí! Cuéntame, vamos.

—Es amigo de mis amigos. Viene siempre en verano y se va antes de que comiencen las clases, sólo eso.

Por supuesto, evadí la parte importante: Estaba completamente loca por él.

—Es muy guapo —señaló, sugestiva.

Me encogí de hombros en señal de indiferencia.

Iba más allá de la guapura ese ser humano de perfección absoluta.

Iba, no. Va más allá. Tiempo presente.

—Bueno, hoy no vas a hablar, pero te presionaré hasta que lo hagas —me advirtió y cambió de tema—: Tengo una sorpresa para ti.

—¿Qué sorpresa? —quise saber, siguiéndola con la mirada, mientras se levantaba y corría hacia arriba como una niña.

Seguí tomando mi café como si nada hubiese sucedido.
No sabía qué tanto me emocionaba su "sorpresa".

Escuché cómo bajaba las escaleras corriendo. Se sentó en el taburete, mirando hacia la puerta que conectaba con ellas, con una felicidad impresionante.

Y Todo Por Ese Error #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora