Capítulo 10

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Aria

Había pasado un mes desde que nuestra "relación" había salido a la luz. Un mes de escabullirnos en cada fiesta para desarmarnos a besos en algún rincón, de paseos de la mano, cine, citas, risas, noches de ver las estrellas, leer en el parque bajo la sombra de un árbol escuchando música, pasear a Maxxie, ir a verlo entrenar, que me enseñara a boxear, dedicarme frases en redes, incluso fotos de nosotros dos en Instagram... y mucho, mucho, demasiado sexo.

Eran incontables la cantidad de entradas a hurtadillas a mi habitación, de hoteles, vidrios del coche empañados en medio del bosque, también en las habitaciones de huéspedes de nuestros amigos cuando todos dormían, o en cada rincón de mi casa cuando estábamos solos. No parábamos. Era terminar y volver a empezar, una y otra vez.

Me enseñó muchísimo; distintas posiciones, cómo moverme, qué hacer.
Creo que era adicta a cada rincón de su cuerpo. Había aprendido a hacer lo mismo que él hacía conmigo: recorrerlo sin cansancio, devorarlo. Estaba obsesionada con el éxtasis de su mirada cuando lo hacía. Por ende, era de mis cosas favoritas.

Mi madre ya daba por hecho que tenía una vida sexual activa, pues sabía que los condones de mi cajón no se evaporaban por arte de magia. Así que también tuve que encargarme de ir a una ginecóloga y tomar pastillas anticonceptivas.

Mis sentimientos por él iban en aumento, día a día, semana a semana. Quería sentirlo constantemente, dormir con él todas las noches, acurrucarme en sus brazos y sentir su calor, acariciarlo, reír con él, escucharlo hablar de las cosas que le interesaban —como la música—, decirle cuánto lo quería, una y otra vez...

Era absolutamente consciente de que estaba perdidamente enamorada, pero no quería pensar en que teníamos que separarnos pronto. Simplemente disfrutaba, como si fuese a durar para siempre.

Lo único malo era que, hacía un mes, Kimmy había vuelto a Londres. Sentía su ausencia en muchos aspectos, pero nos encargábamos de hablar todos los días por mensajes o videollamadas. Por supuesto, estaba muy al tanto de qué era lo que sucedía con Liam, era como un diario íntimo con vida propia en el que podía plasmar todo lo que sentía por él.

Me hice aun más amiga de Oliver, Tony y Venus. Luca también era parte de esa especie de manada de lobos hambrientos que, junto con James, devoraban todo lo que tenían a su paso.

Venus tenía a Luca y Tony enloquecidos por ella, pero no les hacía mucho caso. Sí los ponía nerviosos constantemente, pero no se metía con nadie del grupo.

Liam y mi hermano se unieron muchísimo, ya que él estaba conmigo la mayor parte del tiempo. Aprendió a tolerar el encontrarlo en casa por las mañanas cuando nuestra madre no estaba, y ya no le molestaba. Se daba cuenta de que no era un juego para él, notaba que me cuidaba mucho, así que todo estaba en orden.

Llegó el día que mi hermano y yo detestábamos con toda el alma: La fiesta aniversario de la empresa de nuestro padre.
Teníamos que ir obligadamente a hacer una sonrisita y tomarnos fotos... pero esta vez iba a ser distinto; como Tony tenía que ir, porque trabajaba en la empresa del padre —quien se encargaba del marketing de la empresa del nuestro—, decidimos que sería una buena idea que todos vinieran con nosotros y, de paso, no tendría que separarme de Liam por dos días, lo cual me convenía bastante.

Compramos los boletos de avión y llegamos a la ciudad. Era incluso más agobiante de lo que recordaba, me había acostumbrado a la calma del pueblo.

Cuando llegamos al hotel, tomamos las llaves de nuestras habitaciones y cada uno se dirigió a la suya. Por supuesto, Liam y yo compartíamos una. Ni siquiera se lo pregunté, prácticamente se lo impuse. De todas maneras, no se quejó ni un poquito, claro.

Y Todo Por Ese Error #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora