Epílogo

1K 74 102
                                    

Aria

Imagínense ver una familia sentada en la mesa de una casa de campo. Todos sonrientes, hablando, haciendo chistes.
No se habla de trabajo, sólo de cosas cotidianas, anécdotas, ya saben... una conversación grupal y casual.

El día está soleado, los pájaros cantan, no hace frío, tampoco calor.
Todo parece salido de un cuento de hadas.

Hay un matrimonio que, se nota, son más grandes que los cuatro jóvenes que comparten mesa con ellos, y tienen su atención puesta en un chico de ojos grises y cabello castaño, que está contándoles sus planes a futuro. Parece haber nacido para estar ahí sentado, porque su porte es elegante y sofisticado.

Otro de los jóvenes, por su parte, está tomado de la mano de quien parece ser su novia. Él tiene una sonrisa amplia dibujada, una igualita a la de quien, se puede suponer, por el parecido físico, es su hermana.

¿Qué creerían? ¿No es, acaso, la imagen de la felicidad la que les describo?
Oh, pero ustedes y yo sabemos que no hay nada más alejado.

Mis padres no podrán serlo nunca, la codicia siempre va a ganar por sobre todo. No les importa nada más que el dinero y el poder.
Luca actúa, al igual que yo. Hemos sido entrenados para fingir alegría, frente a todo pronóstico. Steph parece estar aprendiendo de nosotros.
Él único que es genuinamente feliz ahí es Frank, quien logró recuperarme... O eso supone.

La sonrisa que actúo comienza a desvanecerse cuando la canción que se escuchaba de fondo cambia a otra.
De pronto veo a Liam, cantándomela al oído en Stones.

"He soñado contigo casi todas las noches esta semana. ¿Cuántos secretos puedes guardar?"

Un nudo se aloja en mi garganta y mi mirada se nubla con lágrimas que hierven de la impotencia.

Bajo la vista a la mesa para que nadie pueda ver mi pesar, porque de eso se trata. No puedo estar triste, el show debe continuar, me guste o no.
Por lo menos, por ahora. 

Carraspeo y me pongo de pie, sonriendo un poco, sin hacer contacto visual con nadie. Sin embargo, dudo que todo el mundo se haya tragado mi actuación.

Camino hacia adentro como puedo, intentando concentrarme en poner las piernas firmes para no colapsar y caer de rodillas frente a todos.

Al llegar al living, estiro mi mano para pausar la música que está reproduciéndose en los parlantes exteriores, a través de un ordenador... Pero no puedo hacerlo.

No puedo porque, incluso siendo un recuerdo de cuando Liam y yo prácticamente acabábamos de conocernos, lo siento como si fuese hoy.

Puedo percibir su compañía, de alguna manera. Incluso si está a kilómetros de distancia.
Cierro los ojos e intento que su presencia me inunde, que me llene de fuerzas.

Una lágrima pesada rueda por mi mejilla y dejo que siga su curso, que intente aliviar el dolor que siento.

Voy a recuperarlo. Como sea. 

—Deja de actuar como una cría y ve afuera —dictamina—. Y sonriente, sécate esas lágrimas de niñita caprichosa.

Volteo, negando con un gesto, suplicante.

—¿No? —pregunta, con incredulidad, acercándose a mí a paso lento. Su mirada acerada se clava en mí y vuelve a hacerme sentir minúscula e indefensa.

Atemorizada, sólo logro retroceder un poco hasta chocarme contra la mesa sobre la que se encuentra el ordenador y doy un respingo por la molestia.

Liam tenía razón aquella vez, es algo que da vueltas en mi cabeza todo el tiempo. El destino sí había cometido un error. No tendría que habernos reunido ese verano.

Y Todo Por Ese Error #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora