Capítulo 1

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Aria

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, buenas madrugadas.
Vengo a comentarles que esta no es una historia feliz. Por lo menos, no hasta ahora.

La persona que estará narrando esto seré yo, pero del pasado. Más precisamente: Mi yo adolescente.

Desde aquí, voy a intervenir de vez en cuando con algún que otro comentario. No se preocupen, me identificarán rápidamente.
Nos encontraremos más tarde, cuando se me unan en el presente.

Para contar mi historia, primero tengo que volver unos años atrás. Iré al grano, para hacer las cosas un poquito más simples. El drama definitivamente se encuentra hoy, que estoy en pareja —o lo estaba. Todavía no tengo eso muy en claro—, infeliz, con mi vida completamente colapsada y con mi ex haciéndome la vida imposible todos los días.

Pero no nos adelantemos, no tanto. Empecemos por el principio: el día en que lo conocí.

Cínicos y cínicas, les doy la bienvenida al comienzo de mi tortura. Que la disfruten.

Con amor,

Aria del presente.

***

El verano había comenzado, junto con las vacaciones. Había sido mi último año de insti, así que pretendía disfrutarlo antes de comenzar la universidad.
Dieciocho años, la edad ideal para hacer cosas que no haría siendo adulta. Se suponía que era el momento para cometer errores. No iba a lamentarlos luego, ¿o sí?

Spoiler alert y mi primera intervención: Sí. Definitivamente vas a lamentarlo unos años después.

Era sábado por la mañana. Salí a correr, como lo hacía normalmente. Había tomado ese hábito cuando nos mudamos. Al principio no conocía a nadie en el pueblo, así que lo usaba como un escape. Pero después se convirtió en algo placentero. Me despejaba, escuchaba música, nadie me molestaba, disfrutaba de la naturaleza, y físicamente me sentía mejor que nunca.

Le di play a una de mis listas en Spotify y comencé el recorrido que hacía normalmente.

Habían pasado unos quince minutos, no más, cuando tomé la ruta que costeaba el pueblo. Vi un perrito parado a un costado, olfateando el pastizal. Me aproximé con pasos lentos, agachándome y extendiéndole la mano para que no desconfiara de mí. Él se me acercó moviendo la cola y lo acaricié.

Era una especie de Husky Siberiano blanco y negro, de ojos celestes. "Una especie" porque era más grande que todos los Huskies que había conocido.
Me pregunté si estaba perdido. Tenía collar y un pelaje muy cuidado y suave.

Miré a mi alrededor, buscando a sus dueños, y vi a un chico alto con un cuerpo alucinante acercándose corriendo, con el ceño fruncido.

—Ten cuidado —advirtió, agitado—. No es muy...

Ladeó la cabeza y arqueó las cejas con incredulidad al ver que su perrito se había echado panza arriba, con la lengua afuera cayéndole por el costado del hocico.

—¿No es muy...? —esperé a que continuara.

—Iba a decir "simpático", pero creo que me equivoqué —se pasó la mano por el cabello, todavía extrañado—. Se ve que le caíste bien.

—Fue mutuo —sonreí.

Se mordió el interior del labio por un momento, conteniendo una media sonrisa y mirándome a los ojos.

Aproveché el momento para estudiarlo. Tenía ojos color café. No azules, no verdes... Cafés. Lo sé, al describirlo suena común... Pero no. La mirada de ese chico era la más penetrante que había visto en mi vida. Tenía las cejas pobladas, no en exceso, sólo lo suficiente para darle un toque que quitaba aliento.

Y Todo Por Ese Error #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora