Parte 26

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Al parecer, el hombre que había intentado matarme era uno que había estado siguiéndome meses. Se había hecho pasar por camarero, barrendero y hasta limpiador del instituto. Mis padres estaban que iban a prenderle fuego a media ciudad, no entendían cómo había podido burlar tanta seguridad; y haber pasado desapercibido entre la gente.

-¿Cómo sigues? -Preguntó Mason.

-Bastante bien la verdad. -Contesté, con una sonrisa.

-Sé que esto no es fácil, pero están haciendo lo posible por encontrar a los putos psicópatas que hay sueltos. -Me rodeó con sus brazos, y yo hundí mi cabeza en su pecho.

-¿Cómo puedes estar tan bien? -Mason suspiró, dándome un beso en la cabeza.

-Supongo que porque a mí no me han apuntado con una pistola a la cabeza. -Contestó.

-Pero tú también pasaste por lo de Ashton. -Le rebatí, se separó un poco de mí, y me cogió la cara, obligándome a mirarle. Le aparté un pelo de la frente y sonrió.

-Mi mayor miedo era que te pasara algo, y no te ha pasado. Mientras te tenga conmigo, todo estará bien. -Me dio un leve beso en los labios, beso que se intensificó a medida que pasaban los segundos.

Mis manos se aferraron a su pelo, tirando de este ligeramente hacia atrás. Noté la manera en la que la respiración de Mason se aceleraba, y la mía se aceleró como respuesta. Se apartó un poco, jugando con el dobladillo de mi camiseta, yo asentí, dándole permiso para hacer lo que llevaba tanto tiempo queriendo. Tras darme un largo beso, la quitó. Yo quité la suya, y pasé mis brazos lentamente por sus trabajados abdominales, llegando a su pantalón, estuve a punto de colar las manos por ahí, pero me paralicé al sentir sus labios en mi cuello.

Oh mierda, eso iba a dejar marca.

Comenzó a andar, hasta dejarme tumbada en la cama. Bajó las tirantas del sujetador y lo quitó, mirándome un par de segundos antes de comenzar a jugar con mi pecho. Yo llevé mis manos a sus pantalones, colándola por ellos y tocando su intimidad. Se acercó más a mí, y yo recibí de buena gana su contacto, su calor, y la fricción de su cuerpo sobre el mío.

Había soñado con esto desde hacía años, y no podía creer que realmente estuviera pasando. Comencé a mover mi mano ágilmente, y noté cómo paró, se alejó y me miró de arriba a abajo. Segundos después, se apartó un poco más, bajando sus pantalones y sus calzoncillos, y volvió a inclinarse sobre mí, dibujando un camino de besos hasta el dobladillo de mis pantalones.

-No vamos a hacer nada que no quieras cariño. -Dijo, mirándome fijamente, a la vez que iba quitando poco a poco la ropa que me quedaba.

Cuando sus labios se posaron en la piel interior de mis muslos, jadeé. Pareció gustarle, porque sonrió contra mi piel, y repitió el proceso, ahora algo más cerca de mi sexo. Arqueé la espalda y, cuando noté su lengua en este lugar, solté un gemido. Aumentó la velocidad, provocando que no fuese capaz de aguantar los sonidos que amenazaban por salir de mi boca. Se apartó, totalmente sonriente y, cuando fui a agacharme para devolverle el favor, me sujetó la mandíbula, mirándome serio y negando con la cabeza.

-No duraré si lo haces. -Dijo con la voz ronca. Respiré hondo, porque habría sido capaz de tener un orgasmo solo con esas palabras. -¿Eras virgen? -Con la cara totalmente colorada a causa de la vergüenza, asentí. -No te preocupes, tendré cuidado.

Tras ponerse el preservativo se colocó en mi entrada, entró ligeramente, lo que provocó una pequeña punzada. Era una mezcla entre dolor y placer, extrañamente gustosa. Se inclinó sobre mí, besando mi frente y acercándose a mi oído.

-No eres consciente de lo preciosa que eres. -Contestó, introduciéndose un poco más en mi interior. -Si te duele pararé.

-Está bien. -Conseguí decir, con la voz totalmente entrecortada.

Aumentó un poco la velocidad, y yo saboreé la sensación de tenerlo encima mío. Saboreé la experiencia de su respiración sobre mi cuello, que erizaba la piel de aquel lugar donde pasaba. Sus manos se posaron en mi cintura, apretando el agarre y aumentando al velocidad, siempre pendiente de mis gestos. Yo cerré los ojos, pero me obligó a abrirlos.

-Cariño, abre los ojos. -Le miré, sus pupilas irradiaban deseo, y se agrandaron aún más cuando aumentó la velocidad, pero se frenó un poco. Estaba intentando contenerse, para no hacerme daño. Noté que los músculos de su cuerpo se tensaron, su frente se puso contra la mía, y noté que las piernas comenzaban a flaquearme.

Un intenso placer me inundó la zona del bajo vientre, y él también pareció haber llegado al orgasmo, porque paró en seco y descansó sobre mi hombro, para luego salir de mi interior, y dejar el preservativo en la papelera.

-Oye. -Dijo Mason, tumbándose a mi lado, y acercándome a él.

-Dime. -Contesté, posando mi cabeza en su pecho.

-Te quiero Becky Beck.

-Y yo. -Le contesté, besando su hombro, no podía ser más feliz.

Aquel primer día (Cs2) RESUBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora