Miraba hacia los lados ya que todo el mundo me estaba mirando, nos encontrábamos sentados en un casa de pizzas. Estaba tapada con las cobijas y en calcetines, todo el mundo a mi alrededor me miraban extraños de que esté en un lugar así con ese tipo de ropa y con cobijas, descalza incluso.
—Pudiste ser un poco más cortes y dejar vestirme antes de venir aquí — Hablé entre dientes sin mirar a Aídan.
— Te advertí que te cambies...
— No eres nadie — Lo mire mientras fruncia el ceño y apretaba las cobijas con fuerza, se había pasado enserio.
— No te traje aquí para pelear de nuevo — Reí sarcásticamente y alcé una ceja para escuchar lo que diría — No me caes bien y no te caigo bien. — Asentí dándole la razón — Tu madre es feliz y creo que no es justo que una mocosa le quite esa felicidad.
Rodé los ojos — Continúa
— La convivencia no funciona y eso que no vivimos juntos. Pero esto no da para más, debemos dejar de pelear, haré todo lo posible para caerte bien y no pelear — Lo mire se reojos mientras cruzaba mis brazos — ¿Tienes algo que decir?
Apoye mis codos sobre la mesa y lo mire — No te vas a meter en mi vida, es lo único que diré. Si prometes no hacerlo mientras me “Cuidas” prometo no interferir en tu relación con mi madre — Asíntio
— ¿Trató hecho? — Preguntó extendiendo su mano y esperando a que la tomara. Mire unas cuantas veces su mano y la tome, un escalofrío recorrió mi cuerpo y sentí como si ya hubiera vivido está escena. Cómo si antes en este mismo lugar hubiera tomado su mano. De inmediato la solté y volví a cruzarme de brazos.
El silencio se hizo presenté y Aídan al parecer continuaba pensando en algo que a decir verdad me estaba interesando. Un mesero llegó con un menú y lo dejo en la mesa. — Si necesitan algo no duden en llamarme — Sonrió y se retiró de la mesa.
Esto en verdad era incómodo, tampoco tenía algo que hacer, quizás si hubiera traído mi celular simularia hablar con alguien. Salí de mis pensamientos al oír la voz de Aídan.
— ¿Te gusta la pizza? — Todo lo que dice es estúpido, cada palabra que sale de su boca.
— Es estúpido, ¿A quien no le gusta la pizza? — Sonrió para elevar sus hombros — Quiero una pizza con peperonie y mucho queso.
— Como órdenes — Dió una seña al mesero el cual se acercó y tomo nuestra orden. La pizza no tardó en llegar pero antes de que aquella pizza llegará Aídan intentaba entrar una conversación que la detenía al instante.
Tome un trozo de pizza de la cual miraba con ganas de comerla entera, el queso derretido caía y me estaba volviendo loca, amo la comida y no lo voy a negar. La lleve a mi boca sintiendo todo los sabores que tenía, alce la vista viendo a Aídan el cual tenía la boca abierta mirando como comía aquel trozo de pizza.
— Si que puedes comer — Murmuro y rodé los ojos.
— No sabes lo buena que esta, está pizza — Hablé con la boca llena y él asíntio para tomar otro trozo de pizza. — Anda come
Mordió la pizza y una sonrisa se formó en su rostro — ¡Está muy buena! — Hablo con la boca llena de comida. — ¡Dios! Se siente todos los sabores de cada parte de la pizza.
Ese día me di cuenta que ambos tenemos el mismo retraso mental. Las siguientes semanas fueron más tranquilas, aunque las peleas continuaban y los gritos igual no dejamos de reír y contar anécdotas. Cuando mamá llegaba yo ya no estaba ahí en la sala, subía a mi habitación a encerrarme y escuchar música con los audífonos.
Una de aquellas semanas cuando salí al parque para tomar aire fresco. Ya que hace bastante que no salía y por suerte faltaba muy poco para que me quiten el yeso. Mi celular comenzó a vibrar y era una llamada, nuevamente un número desconocido estaba marcando a mi celular.
Acepte la llamada y lleve mi celular a mi oreja, — ¿Hola? — Se oían algunos ruidos de tránsito, pero aún así se oía la respiración agitada de alguien.
— T/n — Me sentí extraña al oír mi nombre en la voz de alguien que era muy familiar. Mi padre.
— Tú eras el que llamaba todos los días — Dije con cierto enojo y oí un suspiro
— Lo lamento, porfavor no cuelgues — Mamá no iba a querer que hablara con él y si se enteraba seguro se enojaría al saber que le hable. No quedo otra opción y acepte hablar con él.
— ¿Qué es lo que quieres? — Ya no tenía ni un poco de respeto ante mi padre, estúpido sin corazón y persona que arruino mi infancia por completo. Era justo que lo viera emborracharse y maltratar a mamá.
— Solo quiero hablar, aclarar las cosas, pasar tiempo contigo. Creo que ya serás toda una mujer y debemos aclarar cosas — No había nada que aclarar. Tenía muchas cosas para decile pero no era correcto hablarlo por una simple llamada.
— Nadie me va a quitar esas imágenes de tí ebrio, así que no intentes negar las cosas. No soy una niña pequeña que caerá en tus mentiras.
— No, no para nada. No quiero que te sientas incómoda o creas que te diré algo. Creeme que no quise que todo eso pasara pero ahora me soy cuenta que estaba enfermo y no podía controlarme. Por eso trate de ir a buscar ayuda y la encontré — Suspiré, escucharía su testamento aunque probablemente por dentro este mintiendo.
— Creo que será mejor hablar personalmente. — Me senté en una de las bancas del parque.
— Si linda, podemos vernos mañana si quieres. Solo si quieres, no te sientas comprometida a nada — Mañana podría ser posible ir, solo tendría que inventar alguna excusa a mamá para que me deje ir.
— Si claro, mañana está genial. Será en la tarde — Murmuré
— Gracias Hija, nos vemos mañana — La llamada llegó a su fin, guarde el celular y comencé a pesar en como se vería, si seguiría igual que la última vez que lo ví, si me estaba mintiendo, en como consiguió mi número, si en todos esos años que no nos vimos, aún se acuerda de mí cumpleaños o cosas personales mías.
Después de todo es mi padre.
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𝐄𝐯𝐢𝐥 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬
Short Story𝐄𝐯𝐢𝐥 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬 | Aidan Gallagher Para una adolescente de diecisiete años nada anda mal, tiene amigos, usa su celular cuando se aburre, tiene a su madre la cual la apoya en todo lo que puede y aunque pasar por la adolescencia es complicado ell...