El domingo por la tarde Sham me besó la frente y me abrazó en silencio. No dijimos nada, no cuestionamos lo que pasó ni buscamos ponerle un título. Mientras daba la vuelta al pasillo sólo se despidió con una frase: Lo único de lo que me arrepiento es que mañana tenga que volver al trabajo y todo esto parezca un sueño. Se rió en voz alta y me mostró la palma de la mano sin moverla. Tomé aire y pude sentir su olor impregnado en mí, en mi casa, en mi mente. Mi nariz volvía a su funcionamiento original y Gaetano ya estaba en camino de regreso a casa. Le envié un mensaje a Clara, con las manos temblorosas y me contestó algo fría pero rápido.
Nos encontramos en la librería donde solíamos llevar a Gaetano de vez en cuando. Lo hacíamos cada tanto, cuando Gae empezaba a aburrirse de los mismos libros y aprovechábamos para comprar un par para nosotras. No soy una gran lectora, pero leo por temporadas. Hay meses en que leo 4 o 5 libros y meses en los que no leo absolutamente nada. Podría decirse que soy una lectora intermitente. Me gustan las novelas románticas y la literatura de buen gusto, para ser más específica, nada en que los focos principales sean las entrepiernas de los protagonistas. Clara tiene otros gustos, ella es fanática de los best sellers y se guía por la portada. Se compra los libros más lindos, con relieves, con letras doradas, con diseños que provoca poner en cuadros.
Entramos a la zona de niños, que parecía un barco pirata. Gaetano corrió de librero en librero, subió las escaleritas, se tiró por el tobagán, volvió a subir, se sentó en una mesita, se echó en las alfombras acolchadas, nos abrazó y nos mostró lo que le hacía ilusión. Luego se fue calmando y quedó absorto en un libro de imágenes que le tapaba medio cuerpo. Le sacamos una foto y nos enterneció como estaba más grande cada día. Nos turnamos para ir a ver nuestros intereses y cada una regresó con una pequeña bolsita de papel. Empezamos a relajarnos y a abrir pequeñas ventanas sobre el tema tabú que nos había distanciado. Decidimos ir a un café para poder hablar con calma pero Gaetano empezó a gritar y patalear porque no quería irse. Clara se arrodilló frente a él y le agarró los bracitos con suavidad. Lo quería convencer de que no era buena idea gritar de esa manera, porque sino la próxima vez no nos dejarían entrar y no podríamos comprar libros nuevos.
El pequeño nos creía todo lo que le decíamos. Miró a Clara con los ojos muy abiertos y de reojo observó al vigilante de la puerta, que sospechando lo que ocurría asintió levantando una ceja. De todos modos tuvimos que subirlo en brazos al auto mientras él chillaba y pataleaba. Me cayeron sus patadas en los muslos y sus gritos hacían zumbar mis oídos. Clara le acarició el pelo mientras intentaba calmarlo. Aproveché para ponerle el cinturón de seguridad y cerré la puerta. Me subí en el puesto del conductor y empecé a llorar, pero no agaunté y me volví a bajar de un tirón y cerré la puerta. No quería que Gae me viera, al parecer era mi turno de hacer berrinche.
- Estoy harta de que se porte así. Estoy harta, ¡estoy harta de todo!
- Ari, todavía es chiquito.
- No es chiquito, ya tiene 5 años. No sé hasta cuando va a hacer este tipo de escenitas y patearme como un saco de papas.
- Cálmate, Ari. Tranquila.
- No me quiero calmar, estoy podrida de que todo el mundo me diga que me calme. No quiero calmarme, quiero sacar todo esto que me está comiendo por dentro.
- ¿Qué cosa? ¿Gaetano? ¿Ser mamá? Tu amas a ese niño, lo amas. Y todos los niños hacen esas cosas.
- ¿Y tú cómo lo sabes? No es tu hijo - le dije endureciendo el rostro, sabiendo que eso le dolería.
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El amor en los tiempos del yoga
RomanceAriela tiene 27 años y en el medio de su divorcio empieza a practicar yoga. En ese mundo empezará poco a poco a enamorarse de tres hombres completamente diferentes. Una combinación de humor y romance que te hará querer saber que pasará en el próximo...