10

12 3 0
                                    

Elena

Me apresuré a sentarme en el sofá para continuar hablando con Brian. Ya era de noche y tenía que cenar, pero la verdad que no tengo mucho apetito.

Si, mañana llega y no sabes lo emocionado que estoy!

Me contaba sobre Eloïse, la chica francesa que había conocido esa vez que visitamos el castillo de Versalles, todo fue a través de Tinder. Desde entonces han estado hablando y congeniaron bien, ella lo visitaba algunas veces y viceversa. Son amigos pero como me cuenta él, hay una conexión mucho más allá de una amistad.

—¿Ya has pensando en dar el siguiente paso?

Respira profundamente y se sincera—. Lo llevo pensando desde que me dijo que vendría, entiendo que los dos vivimos en diferentes países pero podemos intentar ser algo más que amigos, se que ella también me aprecia de la misma manera, pero, tengo miedo de que me rechace, algo así como hizo Lola conmigo. ¿Y si no siente lo mismo? ¿Qué pasa si mi forma de ser no le gusta?

Me molestaba tanto que aquella chica que creí mi mejor amiga, haya creado estas inseguridades a Brian, no merece sentirse así, nadie merece eso.

—Olvídate de cualquier cosa que te haga pensar en Lola, ella nunca fue nuestra amiga. La persona correcta verá a través de ti y te aceptará como eres, yo se que Eloïse es diferente. Y jamás vuelvas a pensar siquiera algo negativo sobre ti, eres único.

Extrañaba tanto la manera en la que me reconfortas con tus palabras, gracias Elenita. No pienso tener miedo en cuanto ella aparezca delante mío y me atreva a pedirle que sea mi novia.

—Te irá muy bien, me la saludas de mi parte.

Obvio que sí, ahora cuéntame de ti, yo he hablado mucho ya.

—No hay nada interesante que contar la verdad.

Pero, ¿cómo vas?

—Ni bien ni mal, sólo existiendo.

¿Louis te trata bien?

—Bueno, él...

Dejo de hablar porque acabo de sentir una ligera punzada en el vientre y me he quejado.

¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Eh, si si, solo unos pequeños cólicos que toda mujer tiene cada mes—miento.

Me reacomodo en el sofá y me siento derecha.

Pero, ¿dónde está tu esposo cuando te necesita? Qué mal.

—Sigue en el trabajo—vuelvo a mentir, sintiendo la culpabilidad de nuevo.

Otra vez volvió esa punzada un poco más fuerte.

—Brian, tengo que dejarte, debo descansar para que me pase el dolor.

No te preocupes, descansa linda. Te quiero.

—Te quiero más loquito, hablamos luego. Adiós.

Colgué y me subí la camiseta para ver mi vientre. Me empezaba a preocupar. En unos segundos vuelve a pasar y recién me percato de lo que es. Comienzo a llorar por las pataditas que da mi bebé. Es un momento mágico y único, que me pone tan sentimentalmente triste porque hubiera querido que él presenciara esto conmigo.

Caigo en la cuenta de qué su protesta se debe a que tiene hambre y decidí preparar algo en la cocina para alimentarnos.

Las pataditas cesaron tan pronto cuando acabé de comer y regresé a mi habitación. Me acosté en la cama pero todavía no planeaba dormir, así que empecé a hablarle. De cómo es él, su rostro, su sentido del humor, la forma en la que me hacía sentir más amada que nunca y continué llorando al recordarlo, cada día empezaba a pesar más aquellos recuerdos, que dormir era lo más difícil al acostarme cada noche.

Todo sin ti: #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora