VIII. Reencuentros (parte 1)

1.7K 65 5
                                    

21 de enero

-¿Estás bien, hija?

Llevaba encerrada en el baño por lo menos una hora. Abrí la puerta y sonreí a mi madre.

-Te veo muy bien. ¿Te vas ya?

-Sí, solo me falta coger el móvil.

-¿Volverás para cenar?

-No lo sé, mamá.

-Tranquila, vuelvo al trabajo.

Le escribí rápido a Pedri de que ya iba a su casa y me miré al espejo. Estaba empezando a recuperar poco a poco y eso se reflejaba en mi cara, mis mejillas parecían más cálidas y eso que no llevaba mucho maquillaje. Me vi mejor que estas semanas atrás y eso me hizo ir aún más confiada. Creo que ambos teníamos ganas de que llegara este día. La puerta estaba abierta cuando llegué. El sol de la tarde era fuerte, aunque el viento aún recordaba que estábamos en invierno. Me agarré fuerte de las mangas de la sudadera. Él me estaba esperando en la entrada y nos quedamos parados uno frente al otro.

-Ya no se acuerda de mí...

Sonreí. Me abracé a su cuello y él beso mi mejilla. Me giré y sus labios impactaron contra los míos. No recordaba esa sensación y sentí de nuevo los nervios de las primeras veces. Sus manos apoyadas en mi cuello y su frente pegada a la mía, me recordaron todo aquello que echaba de menos de nuestra relación.

-¿Entramos?

Asentí.

Pedri había preparado todo hasta el último detalle.

-He diseñado un menú a propósito.

-¿Un menú?

-La pasta de los gofres la he hecho yo.

Reí.

-¿Te importa si merendamos luego?

-Cuando usted quiera, señorita.

Nos sentamos en el sofá. Le veía muy feliz.

-Te he echado de menos, aunque no hayamos hablado mucho.

-Yo también a ti.

-¿Cómo te has sentido?

-He sentido muchas cosas, vecinito. Pero no merece la pena detenerme en todas ellas. Esta mañana pensaba en la conversación que tendríamos esta tarde y creo que he dejado que lo de mi padre afecte demasiado en nuestra relación. Está bien que me ayudes y me apoyes, pero no quiero perder lo que teníamos. Y me he dado cuenta cuando hemos estado alejados. Mi madre cada día está mejor y es lo que también tengo que ir haciendo yo. Te pido perdón si no me he comportado como merecías, si no he contestado bien, pero estaba demasiado perdida en mi problema y en mí. No he sabido verlo hasta ahora.

-No te preocupes, Valentina, yo...—le interrumpí—

-Déjame acabar y respondes lo que quieras. Me he sentido presionada por el tema de lo de vivir juntos, sé que quieres protegerme y no es que no quiera hacerlo, solo que siento que todavía es pronto. Vivimos a menos de un minuto y podemos pasar mucho tiempo juntos sin esa necesidad, no quiero que me malinterpretes.

-Lo siento si te he hecho sentir así, Valentina. No era mi intención, solo quiero cuidar de ti y que estés bien, no provocarte lo contrario.

-Lo sé, vecinito, por eso te digo que no creas lo que no es.

-No sé, Valentina. Quizás insistía porque me dio miedo cuando te fuiste a Milán. Llegué a pensar que no volverías en algún tiempo.

-¿Dudaste de lo que sentía por ti?

-No, vecinita. Ha sido una reacción por miedo, pero es una elección de los dos, no solo depende de mí.

-Ven aquí.

Lo abracé y besé su mejilla varias veces.

-Prefiero los besos en otro sitio.

Sus labios recorrieron mi mandíbula y sentí mucho calor. Estaba volviendo a experimentar sensaciones dormidas. Sus labios se detuvieron ante los míos.

-¿Quieres seguir hablando?

Negué con la cabeza y él me besó. Al principio, fue dulce y suave, pero después aceleró sus movimientos, movió mis piernas y me atrajo hasta que estuve encima de él y noté como sus manos se deslizaban por mi espalda. Su boca besó mi cuello mientras que pasaba mis manos por su cabeza.

-¿Sabes que me encantaría hacer ahora mismo?

-Dime...

-Meterte en la piscina

-¿Con este frío?

-Yo creo que ahora tienes más bien calor...

Se rió.

Miré sus ojos y me moví para tratar de bajarme de encima de él, pero me detuvo.

-También he echado de menos esto. ¿Quieres?

Asentí. Él me ayudó a sentarme de nuevo.

-Enseguida, vengo.

Me quité la sudadera y respiré tranquila hasta que Pedri volvió sin camiseta. Me tumbó en el sofá y volvió a besarme. No hacía tanto tiempo que estábamos así, pero era diferente. Pedri se deshizo de mi camiseta y fue bajando por mi abdomen hasta desabrocharme los pantalones, me ayudó a quitarlos y siguió dejando besos en el borde de mi ropa interior.

De repente, escuchamos pasos y Pedri me tapó con su cuerpo.

-¿Qué coño haces aquí Fer?

Él se quedó parado en la entrada al ver que mi ropa estaba en el sofá.

-Hostia, lo siento. No pensaba que fuerais tan rápidos. Se me olvidó el cargador del móvil.

Se tapó los ojos y pasó por delante.

-Salgo por la otra puerta, bro.

-Mierda.

Pedri dejó un beso en mi clavícula y suspiró.

-Tenemos el resto de la noche por delante...

La clave (Pedri González) [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora