XXV. Vuelta del paraíso

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15 de febrero

El tono de la videollamada sonó varias veces antes de ver la habitación de Chiara por la pantalla.

—Chiiii, dove sei?

—Val, aspetta un attimo! 

Su voz se escuchaba un poco lejos. Y tras esperar un poco, apareció con un top blanco y un vaper en la mano derecha.

—¿Has empezado a fumar otra vez?

—Solo a ratos, no te preocupes por mí, Val. Ya sabes que puedo dejarlo cuando quiera. Cuéntame.

—Tengo que darte una noticia.

—¿Estás embarazada?

La miré mal y ella se rio.

—¿Vuelves a Milano?

—Ojalá amiga, ojalá. 

—¿Entonces?

—Este fin de semana, Pedri me dio una sorpresa, fuimos a un hotel precioso y fue todo muy bien. Y la noticia está relacionada con él.

—No me digas que te ha pedido que te cases... 

—Chi, venga...

Cosa? 

—Va a construir una casa para que vivamos juntos. 

—QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉ?

—No está todavía ni empezada, es un plan a largo plazo...

—Enhorabuena Val, ¿es lo que querías, no?

Esa pregunta provocó un silencio en mí. Con la euforia del momento le dije que sí, el momento romántico, aquella luz del atardecer, el calor que emanaba su cuerpo, todo me cegó. Ahora en frío todo me parecía distinto. 

—¿Val?

—Sí, es muy buena noticia, pero no sé. 

—Es un gran paso, es normal que sientas dudas. Has vivido un proceso de adaptación a una nueva ciudad a la que no querías ir, salvo por el idiota de tu ex. 

—Lo quiero Chi, te lo juro. Pero aún no soy mayor de edad y no sé si debería estar pensando en hacerme una casa. Creo que no es el momento de vivir estas cosas. 

—Piensa que las circunstancias que habéis vivido son extraordinarias también. Cualquier chico de la edad de Pedri no pensaría en comprarse una casa ahora. 

—Tienes razón. 

—Te apoyaré en cada decisión que tomes, Val. Solo con la condición de que vengas a verme una vez al año y una habitación de invitados sea exclusiva para mí. 

—Claro que sí, Chi. 

—¿Cómo te sientes? 

—Me sentiría mejor si mis padres no tuvieran los problemas que tienen. Pienso en que si me voy de casa, abandonaré a mi madre a su suerte. Tiene amigos, trabajo y es una mujer bastante independiente, pero aún así no puedo quitarme la culpabilidad de encima.

—No es culpa tuya que tu padre sea un imbécil. Scusate.

—Lo sé, pero me molestan mucho las ideas y venidas de ambos. A veces, parece que todo se va a arreglar y otras mi padre se ausenta por semanas de casa. 

—Tu vida es tuya, Val. Y tienes que vivirla como sientas. En unos meses serás mayor de edad y podrás decidir lo que quieras. 

—¿Y si lo que quiero es seguir viviendo en mi casa?

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⏰ Última actualización: Aug 22 ⏰

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La clave (Pedri González) [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora