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Llegue al puerto que mi tío había indicado, una vieja fachada encubre el infierno en el que muchos omegas se veían forzados a vivir.

La noche había caído, y con eso las esperanzas de que mi hermano siguiera en este lugar de mala muerte, apestaba a alfa por donde quiera que oliera. El aroma a miedo de los omegas y uno que otro chillido se escuchaba.

¿Por qué demonios la policía no hacía nada? Era claro lo que hacían en este lugar.

Mi pregunta se respondió por sí sola, cuando vi la imagen de un uniformado recibiendo dinero de parte de uno de los guardias del lugar. Me escondí de inmediato tras unos largos contenedores que usaban para exportar, lo que sea que exportan estas personas.

El oficial pasó tan cerca de mí que pude sentir su asqueroso aroma a alfa, los pasos se escucharon cada vez más cerca y se detuvieron; contuve la respiración cuando el pensamiento de que había sido descubierto llegó a mi mente.

-¿Qué buscas? - Se escuchó una fuerte voz.

-Nada, pensé que había olido algo pero no era nada - Los pasos se reanudaron y el aroma del alfa se disipó en el aire. Los inhibidores apenas cubrían mi olor a este momento, no los tomé intencionalmente cuando mi tío dijo que solo podías entrar de dos maneras.

Hacerme pasar por un alfa o comprador no serviría, en cuanto vieran que no tengo el dinero me matarían y mi hermano sería vendido a algún asqueroso alfa. Eso no lo permitiría.

Asome la cabeza para encontrar con el puesto del guardia abandonado, el idiota se había ido y me había dejado la entrada libre. Me escabullí en el lugar, la música alta y la oscuridad inundaban el lugar. Mesas por todos lados y alfas enfundados en trajes de diseñador veían un punto en específico. Un escenario improvisado, iluminado por luces demasiado brillantes, sobre el escenario presentaban omegas como en exhibición llevaban collares puestos y algunos tenían moretones en el rostro. Busqué con la mirada a Che pero no lo encontré.

-¡Oye tu! - Un escalofrío me recorrió cuando alguien me apunto - El nuevo, ve por el alcohol del almacén - Solté un suspiro - ¡Qué esperas!

Me apresure a la parte de atrás, suponiendo que ese era el almacén, una ola de aromas golpeó mi nariz, retrocedí cuando los lamentos de los omegas llegaron a mis oídos.

-¡Sueltenme! ¡Malditos hijos de puta! - Un profundo alivio me inundó cuando escuche esos gritos familiares - ¡A mí no me venderán tan fácil! Primero les arrancaré la polla antes de que me pongan una mano encima.

Mi querido hermanito grito, tan parecido a mi, con una boca sucia y un temperamento explosivo.

-No podemos vender a este - Espetó una voz desconocida - Ya atacó a uno de los clientes, si lo dejamos aquí solo causara problemas.

-Entonces deshazte de él - Quien se escuchaba como el jefe habló con voz calmada.

-¡Si desháganse de mí antes que les saque los ojos con mis propias manos! - Me acerqué al lugar de los gritos y me detuve a unos pasos de distancia examinando el lugar.

-¡Tu! ¿Qué haces aquí? - Abrí los ojos cuando me señalaron y dos alfas se acercaron para tomarme de las manos.

-¡No se acerquen! - Grite enseñando mis colmillos en amenaza, lanze un puñetazo a uno de los alfas que se acercó sin importarle mis advertencias - ¡Dije que se alejen!

Convertirme en lobo en este estado no sería una opción, si alguno de estos alfas podía transformarse me rompería el cuello sin duda alguna.

-¡Porsche! - El grito de Porschay llamó mi atención, alguien lo había tomado del cuello y trataba de sacarlo del lugar.

La TríadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora