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Nunca en mi vida pensé que terminaría siendo vegetariano.

Pero aquí estoy hoy, comiendo frutas exóticas en una isla no tan desierta junto a mi hermano menor. La única carne que podíamos comer era pescado, por suerte había aprendido a pescar junto a mi padre y ahora era capaz de proveer a Porschay una comida diferente además de las frutas.

El árbol en el que nos habíamos ocultado cuando recién llegamos se había convertido en nuestro hogar, todas las noches nos transformabamos para no sentir el frío, dormíamos entre las grandes raíces del árbol y nos acurrucabamos para darnos calor.

Luego del cuerpo que había visto, no tuve el valor de volver a aquel lugar, los gritos ya no se escuchaban, pero eso no nos aseguraba que quien quiera que estuviera al otro lado de la isla ya se había ido. Ningún barco había pasado cerca de donde estábamos, y llegamos a la conclusión de que cualquier barco que se acercara, nada nos aseguraba que serían buenas personas.

-Porsche, por favor - Pidió Che con voz temblorosa - Dejame solo, necesito estar solo.

Su celo había comenzado hoy, y yo sabía muy bien que mi hermano necesitaba aliviarse a sí mismo. Pero tampoco podía arriesgarme a dejarlo solo y que alguien le hiciera daño.

-No puedo dejarte solo.

-Lo necesito, solo unas horas por favor. Tu entiendes lo que es tener el celo - Y claro que lo sabía, ese dolor cada tres meses era difícil de ignorar. Mis celos en especial eran dolorosos, supuse por la cantidad excesiva de supresores que usaba para ocultar mi naturaleza - Te lo imploro, no me tocare frente a ti. Pero no puedo estar sufriendo.

Suspire derrotado, Che tenía razón.

-Grita si alguien se te acerca, ¿De acuerdo? Estaré en forma de lobo, puedes llamarme por el vínculo si pasa algo.

-Si mamá, lo haré - Se quejo dándome un empujón para que me marchara, voltee y acaricie su cabeza, depositando un suave beso en su frente, luego me quite la ropa y la escondí entre unos arbustos, Para luego transformarme y echar a correr.

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Mis traicioneras patas me habían guiado al lugar de aquella noche, otra vez un bulto resaltaba a la vista, esta vez parecía intacto como si alguien no se hubiera acercado hace mucho tiempo. Me concentré en mi vínculo con Che por unos segundos, comprobando que su omega estuviera bien, confirmándolo y con la curiosidad a flor de piel me aventure en la mitad a la que yo mismo le había prohibido a mi hermano que no se acercara.

Unos metros más de caminar en forma de lobo, y pude divisar una vieja casa. Agudizando mis sentidos, pude ver a alguien amarrado por cadenas en los tobillos a las afueras del pórtico. Mi nariz captó tres diferentes aromas, todos suaves o dulces; omegas supuse. Pero agudizando mi oído podía escuchar cuatro corazones.

Alguien tenía a tres omegas secuestrados, ahí es a donde nos traían a Che y a mi.

La curiosidad ganó contra mi lado racional, cuidadosamente me acerqué para divisar a la persona en el pórtico, pero quien quiera que fuera me vio cuando unas ramas crujieron bajo mis patas e hicieron ruido. Me encontré con una dulce mirada, ojos color café pero demacrados.

¿Cuánto tiempo tendrían ellos aquí?

-Vete! - Susurro hacia mi, haciendo movimientos con sus manos para espantarme, escuche pasos que venían hacia afuera y entiendo la desesperación del chico porque yo huyera.

Escondido tras los arboles, pude ver la imagen de un hombre obeso, el sudor exuberaba por su piel, su cabeza brillante sin un solo cabello. Un nudo se formo en mi garganta al ver sangre seca en la camisa del hombre, un beta.

La TríadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora