cap12

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JunMyeon prefirió almorzar en su habitación para no molestar a Hyolyn y a su hijo.

No era cobardía, se defendió a sí mismo. Después de aquella conversación, no estaba seguro de que SeHun quisiera volver a verlo. Por alguna razón le había ofendido al hablar de su padre. ¿A qué venía tanto secreto? Ya no estaban en los tiempos en que ser madre soltera fuera una lacra.

Pasaron dos días más sin incidentes. Key lo llamó de nuevo y le contó que había conocido a un joven que tenía unas ideas estupendas para el siguiente directorio. Le había sugerido que tocaran el mercado étnico porque había muy buenos diseñadores afroasiáticos sin posibilidad de exhibir sus trabajos.

JunMyeon ya no sentía tanto entusiasmo. A pesar de su determinación, cada vez se sentía más involucrado en la vida de los Oh. La enfermedad de Woo-Bin y la actitud de SeHun le parecían ahora más importantes que la moda del año siguiente. Nunca lo hubiera creído posible, pero ya no estaba contando los días que le faltaban para regresar.

Pensando que estaba en peligro de ponerse sensiblero, decidió pedirle a Hyolyn el coche prestado. Todavía no había ido a la capital y también quería visitar el Jardín del Recuerdo, donde habían esparcido las cenizas de su madre.

No le fue fácil sacar el tema. Desde su llegada, las dos habían evitado hablar de los detalles de la muerte de su madre, pero su hermanastra le explicó de buena gana dónde estaba el cementerio y se ofreció a acompañarlo.

—Me gustaría ir solo si no te importa. Es algo que quiero hacer y que debería haber hecho antes. Espero que lo entiendas. —explico JunMyeon apenado.

—Por supuesto. —Hyolyn no discutió y JunMyeon supuso que esperaba que eso lo ayudara a mirar a Woo-Bin de forma más benigna.

En cuanto a JunMyeon se moría de ganas por ponerse tras un volante. Hacía más de seis semanas que no se sentía en pleno control de su vida.

El vehículo que le dejó Hyolyn era un Buggy descapotable de los que tenían en el hotel para alquilar. Hyolyn también le dejó un sombrero de paja con una cinta de color escarlata. A JunMyeon no le gustaba mucho, pero era estupendo para protegerse del sol.

En cuanto al resto, se puso unos pantaloncillos de color azul marino y una camiseta sin mangas de color amarillo limón que acentuaba su suave bronceado.

Lo cierto era que se sentía mucho mejor, pensó al conducir hacia Port Serrat. La debilidad que había sentido al llegar había desaparecido debido a las largas caminatas y la comida adecuada, en vez de los Ramens y comidas rápidas que JunMyeon solía tomar, y el color estaba volviendo a sus mejillas. Sólo esperaba no engordar demasiado para que la ropa le valiera al volver a casa.

Al volver a casa...

Deteniéndose para dejar paso a un hombre con un carrito de bananas, JunMyeon se sorprendió de lo poco atractiva que le resultaba la idea de volver a Seúl.

Apartando aquellos pensamientos inquietantes, empezó a fijarse en lo familiar que le resultaba el entorno debido a las excursiones que habían hecho por toda la isla de pequeña. Sus padres, o mejor dicho su madre, solía llevar a SeHun en aquellas expediciones.

Kim Minho nunca había animado su amistad con el pequeño SeHun, y JunMyeon no podía entender ahora cómo alguien podía castigar a un niño por los errores de sus padres.

Para no pensarlo más, se dedicó a contemplar el paisaje. Los setos floridos que bordeaban la carretera daban paso a grupos de casitas, cada una con su pequeño jardín y, al fondo de la calle mayor, se veían los mástiles de los yates.

La pequeña ciudad de Seogwipo se extendía por las colinas que rodeaban el muelle. Era un sitio precioso con mucha historia y JunMyeon recordó cómo solía burlarse de los turistas acerca de su turbio pasado bucanero.

Prohíbido Deseo-SeHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora