Cap 1

444 47 0
                                    

Había estado nevando cuando JunMyeon abandonó Seúl. Espesos copos de nieve azotaban las ventanillas del avión y cubrían la pista con un manto blanco. Se había preguntado si el avión sería capaz de despegar en tales condiciones. O quizá hubiera esperado que no lo hiciera, reflexionó preocupado. Entonces hubiera tenido una excusa legítima para quedarse en casa.

Y no era que no le gustara la nieve, se aseguró a sí mismo. Era el tipo de tiempo que esperaba en esa época del año. Un sol resplandeciente en enero le parecía fuera de lugar. De hecho, la mayoría de la gente consideraría la oportunidad de pasar cuatro semanas en la isla de Jejú como un sueño. Sobre todo, en sus circunstancias, después de haber pasado unas miserables vacaciones de Navidad en la cama de un hospital.

Pero él no era la mayoría de la gente, pensó JunMyeon con impaciencia removiéndose en su asiento. JunMyeon no quería ir a Jejú e. No tenía ningún deseo de ver a su padrastro ni a la familia de este. Desde la muerte de su madre, apenas había tenido contacto con los Oh y eso le parecía bien. Muy bien, de hecho.

Bajo el avión, las aguas de color turquesa se burlaron de sus sentimientos. Lo quisiera o no, le faltaba menos de una hora para llegar a su destino. El gigantesco avión ya estaba descendiendo hacia Seogwipo y la isla de Jejú pronto aparecería bajo ellos. Por muy pocas ganas que tuviera de volver a ver a la segunda familia de su madre, ya no le quedaba otro remedio.

Le servía de poco consuelo el que no hubiera sido enteramente decisión suya. El hecho de que su hermanastra lo hubiera llamado mientras estaba todavía en el hospital había sido pura casualidad. Key había contestado al teléfono sin saber nada del distanciamiento entre los Oh y JunMyeon y no había vacilado en decirle a Hyolyn que JunMyeon estaba enfermo. Probablemente Key habría exagerado su enfermedad como de costumbre y había pensado que Hyolyn era muy amable cuando le había sugerido que pasara JunMyeon entonces unas semanas con ellos en Jejú para recuperarse. Ni se le había ocurrido a Hyolyn siquiera que JunMyeon no quisiera hacerlo.

Y por supuesto, Hyolyn estaba siendo amable, reconoció JunMyeon con desgana. Hyolyn siempre había sido amable y, en otras circunstancias, su amistad habría sobrevivido. Era algo mayor que JunMyeon, pero siempre lo había tratado con afecto. Después de todo, si no hubiera sido por SeHun y por Hyolyn, las vacaciones que había pasado con su madre y el hombre que se había convertido en su padre, habrían sido muy solitarias.

Pero incluso así, nunca hubiera aceptado la invitación de Hyolyn en circunstancias normales. Su hermanastra podría haberla invitado, pero JunMyeon sabía que nunca lo habría hecho sin el consentimiento de su padre. Oh Woo-Bin probablemente controlara a su hija ahora tanto como la había controlado años atrás. Si estaba de camino a Jejú city, era porque Woo-Bin quería que lo hiciera.

El problema era que JunMyeon no quería. Y ahora que estaba llegando a su destino, no podía entender cómo lo habían convencido. Pero la enfermedad y la debilidad consecuente lo habían dejado vulnerable a los consejos de Key. Necesitaba un descanso, le había dicho él con firmeza. ¿Y dónde mejor que con la gente a la que le importaba?

Sólo que a ellos no les importaba JunMyeon, protestó JunMyeon ahora en silencio. No al joven adulto y solitario en el que se había convertido. Ellos recordaban a JunMyeon, el adolescente de casi trece años, el niño que había sido tan ingenuo como para creer que sus padres nunca se divorciarían.

JunMyeon suspiró y ajustó la almohada bajo su cabeza de nuevo desviando la atención hacia la azafata.

—¿Puedo ayudarlo en algo, joven Kim? —ofreció la azafata con carisma.

Su sonrisa fue cálida y solícita y JunMyeon se obligó a responder con la misma amabilidad.

—No, gracias. —susurro débilmente.

Le hubiera gustado tomar un whisky, pero la medicación que todavía estaba tomando le prohibía el alcohol, y no quería correr riesgos.

La azafata se fue de nuevo y JunMyeon intentó relajarse. Después de todo, había ido allí para eso, para olvidarse de su celular, correos y las interminables demandas del estudio de diseño que Key y JunMyeon habían abierto ocho años atrás. El trabajo se había convertido en su vida y su obsesión. Ninguna otra cosa le había parecido importante, ni las propiedades, ni la gente y mucho menos su salud.

Lo irónico del asunto era que no sabía cómo iba a relajarse en Jejú. Al contrario, sólo pensar que estaban a punto de aterrizar le ponía los nervios de punta. Nada de lo que Hyolyn había dicho lo había convencido de que su padrastro se alegraba de que fuera. Para Oh Woo-Bin, JunMyeon había traicionado a su madre al decidir vivir con su padre. E incluso después de que Kim Minho muriera, su amargura todavía sobrevivía.

El único consuelo que le quedaba era que Hyolyn había llamado sin saber que JunMyeon estaba enfermo. Después de años en que su único contacto había sido una tarjeta de Navidad y otra de cumpleaños, aquella llamada era cuando menos inesperada.

Pero incluso así iba a ser difícil. JunMyeon no tenía ni idea de qué decir a alguien con quien no había hablado en quince años. ¿Cómo iba a compartir sus problemas con una desconocida? Ni siquiera sabía si la otra mujer estaba casada y mucho menos lo que podía haberle pasado a su hijo.

SeHun.

JunMyeon ladeó la cabeza, ajustó la almohada y suspiró. Era extraño pensar que JunMyeon hubiera crecido también. Entonces tenía... ¿Cuántos, seis, siete? JunMyeon recordaba a un niño delgado que corría por los alrededores medio desnudo la mayor parte del tiempo y que había disfrutado bromeando con su compañero de juegos: JunMyeon.

No le había preguntado a Hyolyn por SeHun cuando había hablado con él. Había estado tenso e in-comunicativo, demasiado concentrado en buscar excusas para no ir. Y no era que desdeñara a su hermanastra. Hyolyn debía haber pensado que su actitud debía de ser el resultado de semanas de medicación y había insistido en que fuera a Jejú a recuperar fuerzas. Aquello era lo que su madre Suzy hubiera querido para JunMyeon y JunMyeon no había podido discutirlo.

Se estaba poniendo cada vez más nervioso y se fue al baño. En el estrecho confinamiento del cubículo, examinó sus pálidas facciones con mirada crítica. Dios mío, haría falta mucho más que un poco de carmín para darle algo de vida a su cara.

La verdad era que se había abandonado mucho últimamente, pero con Key pasando tanto tiempo en Busan, había tenido mucho trabajo. Debería delegar más, eso lo sabía. Y Key no dejaba de decírselo. Se inclinó hacia el espejo. ¿Era aquello una cana?, se preguntó con ansiedad. Sacudió la cabeza para que desapareciera.

¿Parecería demasiado serio?, se preocupó estirando la chaqueta del traje pantalón. Era de color azul marino con rayas de color crema y realmente no parecía apropiado para vacaciones. Supo que Key no había aprobado su elección desde el minuto en que había bajado al piso de abajo esa misma mañana.

Pero no hubiera podido ponerse nada ligero ni cómodo en su estado mental actual. El traje azul era impersonal y estaba más de acuerdo con su humor.

Alguien giró el pomo de la puerta recordándole que había dedicado demasiado tiempo a inspeccionar su aspecto. ¿Y qué importaba después de todo?, pensó al abrir la puerta del baño.

Fuera, la azafata le dirigió una mirada de preocupación.

—¿Se encuentra bien, joven JunMyeon? —preguntó con una sonrisa—. Vamos a aterrizar en unos minutos. Si toma asiento y se ajusta el cinturón de seguridad, pronto lo dejaremos a salvo en tierra.

—¡Ah, bien! —respondió JunMyeon estoicamente.

JunMyeon consiguió esbozar una sonrisa cortés y volvió a su asiento. El avión estaba ya bastante inclinado y era difícil mantener el equilibrio, por lo que achacó la repentina náusea al vuelo.

Sin embargo, apostaba a que aquella sensación era más psicosomática. La idea de volver a ver a los Oh lo inquietaba y se preguntó si su padrastro iría a buscarlo al aeropuerto. ¿Qué diablos iba a hacer JunMyeon para no sonar totalmente falso e hipócrita?

El estómago le dio un vuelco de repente, pero esa vez sí que fue por el efecto del descenso del avión. El piloto sacó el tren de aterrizaje al pasar el promontorio rocoso del cabo de Seogwipo y se lanzaron hacia la pista que corría paralela a la playa. 

**********

Espero les guste 7v7

Prohíbido Deseo-SeHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora