Casi pierdo el control. Siento como la ansiedad crece y empiezo a hiperventilar.
— Tranquila Amara, no hay que perder la calma.
Inhalo profundo y observo las baldosas color crema del suelo, los mosaicos de las paredes tienen toques de color en tono verde pino, tanto así que me recuerda al bosque. Una bañera blanca de patas doradas se encuentra en medio de la habitación, me acerco a ella y el agua caliente me muestra mi reflejo.
— Estoy hecha un asco.
Levanto la vista al espejo de mi lado derecho. Mi cabello esta enmarañado, opaco, tiene residuos de dudosa procedencia, sangre seca y tengo barro por todo el rostro. La ropa está hecha girones y mugrienta, los dedos de mis pies están cubiertos de moho verde. La baldosa se siente fresca contra las plantas de mis pies.
Levante el pliegue bajo de la playera, se despegó como si tuviera adherida una cinta de cera, la lleve a mi nariz y el aroma que desprendió me hizo alejarme por instinto. — De verdad apesto.
Sin dudar un momento más, lucho contra el resto de mi ropa ajustada y termino rasgándola de todos lados, la arrojo al cesto de basura y me sumerjo en la bañera, el agua caliente abraza mi cuerpo y me permito llorar en silencio. Me enjuago el cuerpo con sumo cuidado, el baño se inunda de un aroma a sándalo y bergamota. Me hundo en la bañera y permanezco un rato debajo del agua hasta que mis pulmones arden por aire.
Entonces me doy cuenta de que el agua está limpia de nuevo.
— Da igual. No... importa... todo está... bien.
Continúo ignorando la oleada de pánico y los sucesos anteriores. Se que, si me concentro en ellos, eso acabara por arruinarme la poca cordura que me queda... el hombre ciego... los lobos... la sombra, sus músculos fuertes bajo mi tacto.
Las noches pasadas en donde.... Mi madre.
El flujo de pensamientos se corta cuando mi piel empieza a escocer...
Me levanto de prisa y salgo del agua.
— Mierda.
Un hilillo de sangre corre por mis brazos enturbiando el agua, las heridas se han humectado y la más profunda se ha abierto.
Me toco la cabeza y al ver mis dedos cubiertos de sangre... camino en zigzag por el mareo, anudo la toalla alrededor de mi cuerpo y me siento en el retrete. Estoy... herida. Pienso con amargura y desdicha, una sonrisa turbia mi rostro, siento el cuerpo caliente y al mismo tiempo tengo frio, la luz de la habitación parpadea, mis parpados pesan... sin evitarlo: me desvanezco.
◊ ☼ ◊
Siento la piedra de la ansiedad presionar mi pecho. Puedo sentir como las cosas bajan hasta aplastarme. Mis dedos tiemblan contra mi cuerpo y mis ojos insisten en que sería mejor dejar las lágrimas escapar.
El nudo en mi garganta hace que sea difícil pasar saliva o siquiera hablar.
Mi cuerpo entero empieza a temblar como si tuviera frio, a pesar del calor de la tarde. Siento la piel de gallina.
Me dicen que respire. Que todo está bien. Pero no lo entienden. Nadie lo hace.
Quieres gritar. Sientes el impulso en la garganta.
Y.... no sale. No puede. Te desgarra. Porque se vuelve un momento de debilidad y la debilidad te hace vulnerable y ser vulnerable te hace frágil y al ser frágil eres susceptible a romperte. Y si te rompes, no queda nada más que recoger tus pedazos. Intentar armarte en un desastre y fingir que nada paso.
Eso es una mierda. Toda mi vida he luchado con esos impulsos. Aquellos que insisten en que salga corriendo sin parar hasta que mi cuerpo no pueda más y al final. Me rompa.
Llorar lo que he guardado y gritar tanto que el aire de mis pulmones sea nulo y no quede más de mí, que un recuerdo entre muchos. Solo así no abra oportunidad de derrumbarme, de ser débil, de... fragmentarme y reconstruirme. Ya no habría nada de eso.
Quiero ser libre. Libre de la vida que me oprime y sofoca mis pasos. Quiero alzar el vuelo en el flujo caótico de la muerte. Siendo llevada a donde quiera que fuese mi lugar.
Me gusta imaginar que lo logro. Salgo de esta cascara llamada cuerpo y encuentro donde pertenecer.
Preferiría cualquier cosa a seguir soportando esto.
Sucumbo ante la sensación y me hundo profundo en mi miseria. Llorando en silencio para evitar el enojo de mi madre.
A veces siento que esta no es mi vida. Que esta no soy yo. Que soy una impostora viviendo en el cuerpo de alguien. Que mi nombre no es realmente mío y que ni siquiera sé si tengo uno. Que no tengo un propósito ni rumbo.
«Pobre y patética Amara. Llora hasta no poder. Tan innecesaria. Tan sin chiste»
Pensamientos inundan mi mente. Pensamientos intrusos que me hacen sentirme pequeña.
A veces puedo sentir que tengo zapatos enormes que llenar.
Las cosas nunca salen bien, puedo sentarme a escuchar y tengo la sensación de que todo a mi alrededor crece menos yo. Hasta que queda una diminuta figura de veinte centímetros sobre una silla gigante de casi tres metros. No soy nadie. No tengo logros... no puedo...
«No puedes pasarte la vida siéndote miserable. Levanta ese culo gordo y haz algo»
Y ahí está. Otro pensamiento que me da un empujón firme. Lo suficiente como para hacerme caer de bruces.
«Patético intento. Patética Amara. Jamás vas a levantarte.»
El intrusivo vuelve con más fuerza. Una determinación me invade y abro los ojos de golpe.
Me alejo de la ensoñación. Mi vista enfoca nada y mis oídos zumban.
Soy recibida por las paredes cálidas de la cabaña.

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El Secreto Del Bosque
FantasyEn el norte, adentrado en un bosque, vive él. Y su compañero de casa es quien menos esperas. Ella se muda con la intención de olvidar, prometiendo hacer camping tres días cada mes. Hasta que, en un intento desesperado por escapar de los lobos ham...