Cap. 1

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Jimin era un estudiante de colegio privado, sus padres se habían encargado de que su apellido le asegurara una buena fama por el resto de su vida. Era difícil ignorar el apellido si los Park eran los mejores cirujanos plásticos del país.

¿Qué es lo peor que puede pasar en un país en el cual el mayor problema es la pobreza pero tú tienes toda una fortuna que gastar? Sencillo, que se rompa la pantalla de tu Iphone, el pobrecito Jimin había descubierto eso hace unas horas.

– A ver hijo, no es tan malo, podemos comprar otro si quieres.– oh la señora Park tan acostumbrada a reemplazar las cosas como si de sus chones se tratara.

Su hijo estaba recostado sobre la mesa del comedor hipando y sorbiendo los mocos que seguían chorreando después del llanto.

– No es eso ma, realmente quería mantener la pantalla esta vez, pero rebotó en mi cama y-y-...

Antes de que pudiese terminar la frase su abuela entró por la puerta con humintas recién hechas.

– Ya hijito mira, te hice tus humintas a la olla para que te calmes, come come.– La mano del menor hizo un corto viaje a la bandeja tomando una y acercandola a su boca que estaba en un puchero baboso.– Mira, el sobrino de doña Martha sabe sobre esto de arreglar celulares y cambiar los vidrios, hasta me instaló WhatsApp y Facebook mira vos. Podemos ir a que cambie la pantalla.

– No hay mucha diferencia entre eso y comprar otro teléfono, abu. Pero mejor ahorro para el viaje de promoción, ¿puedes decirme donde es su oficina?

La ingenuidad de los ricos no tiene precio, arreglar celulares en oficinas, solo a un jaila de alto rango se le ocurre.

La ingenuidad de los ricos no tiene precio, arreglar celulares en oficinas, solo a un jaila de alto rango se le ocurre

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La cara del hijo Park era un poema, uno de terror claramente.

Un mercado, un mercado de campesinos, un mercado en una calle con autos en movimiento, un mercado de campesinos con sus puestos fuera del lugar indicado obstruyendo el paso de los autos que pasaban por ahí. Su abuela era bromista a veces, pero eso era rayarse.

Pero ya estaba ahí, y mejor darle prisa al mal paso.

– Juro que si alguien me ve, me muero.

Después de 5 minutos encontró un puesto que tenía un horrible letrero hecho en Word que decía "Se descarga música, se cambia pantallas, se instala Facebook y Whatsapp". Una cosa era no tener plata para el Spotify premium, pero otra era pagar a alguien para que te ponga canciones de bad bunny con virus en el celular.

Sacudiendo su cabeza dirigió su vista al muchacho que estaba tras el cristal que tenía cinta adhesiva sucia cubriendo las zonas con fisuras.

– Eh disculpa, ¿aquí cambian pantallas de Iphone?

El chico levantó la vista ligeramente de su humilde Samsung j5 para mirar al otro.
Cabello oxigenado, pronunciación de la r como rw, un canguro de supremme no pirata y un Iphone 12 con una carcasa que tenía una foto de un chino coreano japonés o lo que fuera. Genial. Podría cobrar ligeramente mucho más caro.

Y Jimin no se quedó atrás, observó como el supuesto sobrino de doña Martha estaba con un celular viejísimo a su parecer, con una polera estampada de alguna comparsa de carnaval, pantalones cortos hasta la rodilla y sus piernas sin depilar terminaban en unos crocs con medias adidas, obviamente piratas
Genial. Hoy me roban.

– No sé; ¿qué dice aquí?

– Sí bueno, ¿aceptan tarjeta o puedo pagar por tigo Money?

– Amigo, estas en un mercado del tercermundo, acá pagas con billetitos y moneditas, ¿sabes?

Jimin se ruborizó de rabia por la forma en la que lo habían tratado, no era un niño para que le hablaran con diminutivos. Sin embargo, ahí venía un berrinche.

– ¡No me hable como si yo fuese una wawa!, ¿no sabes quién es mi papá? Si le digo como me trataste te dejaría en la calle.

Para Yoongi la situación no podía ser más cómica, el cojudito frente a él decía no ser un niño pero actuaba como uno. ¿Sería ese otro privilegio de ser rico?; ¿No tener la necesidad de madurar rápido?

– Mira chico, ¿quieres que cambie el vidrio de tu celular o no?

Y Jimin hizo pucheros para demostrar su descontento, pero solo acabó dando pena ajena al capo de los celulares.

JailitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora