xiv. Esperanzas

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Musicalización del capítulo:
T.N.T., AC/DC

Chayoung se había sentado en una sila giratoria frente a la mesa que sostenían las consolas para manejar la radio, y la giraba de un costado a otro, con la vista fija en el piso, sin ver nada en específico. Una súbita palidez había dominado su rostro, y en su mente, desorientada, recorrió recuerdos de Gyeong-su y los atesoró, porque los que tenía serían los únicos que podría recordar el resto de su vida.

Antes de eso un pequeño descontrol de gritos y llantos había devorado el salón.

Cheong-san, sin contener un sentimiento de agitación, había golpeado una y otra vez un armario, enfurecido.

Chayoung no había reaccionado del mismo modo que Cheong-san. Se intentaba convencer de que todo era un sueño. Se culpaba. Se acusaba a si misma de lo sucedido. Hasta que finalmente se quedó quieta frente a la ventana, divagando por el patio, y sus ojos traidores intentaban encontrar a Gyeong-su de entre la multitud de zombies. Cuando se cansó buscó la silla que Gyeong-su había ocupado, y la llevó a la otra punta del salón.

Cheong-san no había dicho nada desde lo ocurrido. On-jo fue quien se acercó a él cuando pasados veinte minutos no había sacado la vista del patio, y pareció ser que sus palabras de algo habían servido, porque un rato después despegó la vista de la ventana y tomó asiento en una silla giratoria.

– No oí nada – dijo Cheong-san repentinamente y todos voltearon a verlo –. No escuché nada.

– ¿Cómo qué? – preguntó Suhyeok.

– Cuando Na-yeon salió... y la señorita Park salió tras ella. No oí nada después de eso.

– ¿Cómo gritos? – cuestionó Suhyeok.

– Sí.

– Quizás no murieron – sugirió Dae-su –. No se habrían callado si las hubieran mordido los zombies. Tienen que estar vivas.

A pesar del silencio en la habitación, dentro de cada mente había un ruido insoportable, como el del zumbido de un mosquitos. O por lo menos así era en la cabeza de Chayoung.

– ¿Por qué no responden? – murmuró Dae-su – Nadie responde. Siempre estoy hablando solo.

– Tienes razón – dijo On-jo.

– Olvídalo – suspiró Dae-su.

– Yo tampoco oí nada – continuó On-jo.

– Yo tampoco. Tenía miedo porque no sabía cómo me sentiría si las oía gritar, pero no oí nada – confesó Hyo-riuk.

– Ahora que lo pienso, yo tampoco – los apoyó Joon-yeong.

– Entonces tengo razón. Están vivas, ¿no? – les preguntó Dae-su.

– ¿Debería? – dijo Ji-min.

– ¿Qué quieres decir? – preguntó Joon-young.

– Es una asesina. Mató a Gyeong-su y se marchó por su cuenta. ¿Está bien que viva? ¿No están siendo falsos?

– ¿Y la señorita Park? – preguntó Wu-jin – ¿Ella también debía morir?

– ¿Es culpa nuestra? – replicó Ji-min.

– De todos modos, pasó por nuestra culpa – admitió Wu-jin, defendiendo su punto.

– ¿Qué? ¿Qué hicimos nosotros? – le preguntó Ji-min – Na-yeon mató a alguien y se hizo la víctima. Y se fue sola. ¿Lo hizo porque no la escuchamos? Si nadie está de tu lado, ¿está bien matar? La señorita Park habló como si fuéramos culpables. No le dijimos a Na-yeon que saliera. Ni le dijimos a la señorita Park que saliera. ¿Por qué sentirnos mal? – cuestionó seriamente, y tras aquello suspiró, conteniendo las lágrimas – ¿Qué diablos hicimos mal?

yesterday, estamos muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora