xx. Un par de declaraciones

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Musicalización del capítulo:
Oh no!, Marina

– Cinco, nueve, siete, dos – murmuró Chayoung.

Llevaba por lo menos veinte combinación diferentes y ninguna hacía más que repetir ese timbre molesto que le recordaba lo erróneas que eran, y lo cercana que estaba su muerte.

– ¿Cuando pudo haber nacido el director? ¿1970? ¿1967?

– ¡Tiene cincuenta y dos años! – exclamó Joon-yeong.

– ¿Uno, nueve, seis, nueve? – probó, pero nuevamente no ocurrió nada – Rayos...

Los ojos de Chayoung, fijos en los números, se alejaron lentamente hasta donde sus amigos sujetaban la lona, y una lamparita sobre su cabeza hizo click.

– ¡Nam-ra! – exclamó Chayoung, y extendió su brazo – ¿Tienes fuego?

– ¿Fuego? – musitó Nam-ra – Sí, tengo mi encendedor.

– Lo necesito.

– ¿Para qué?

– Tengo una idea – jadeó Chayoung, asomándose por el barandal y viendo a Suhyeok y Cheong-san pelear contra los zombies que conseguían pasar.

Nam-ra metió la mano en el bolsillo de la pollera y le tiró el encendedor en el aire para que Chayoung lo atrapara.

– No te metas en problemas – dijo Nam-ra.

En algún lugar del techo debía haber un sensor de calor, que activaría las alarmas de incendio en cuando se sobrecalentara y la puerta se abrirá automáticamente. Buscó con la mirada por todas partes del techo hasta que lo encontró. Pensó en subirse al barandal, pero no habría forma de que, ni ella si sus compañeros, pudieran llegar tan alto. Entonces otro click se le cruzó por la cabeza.

– Diez años haciendo atletismo debían servir de algo – murmuró para si.

Joon-yeong y On-jo la siguieron enseguida cuando les pidió llevar el armario hasta abajo del sensor, sin hacer ni una pregunta, porque en ese instante la boca se les había secado del susto. Chayoung trepó el barandal y subió hasta el armario, y mientras sus amigos seguían golpeando la puerta, sujetando la lona o pateando zombies, ella sacó el encendedor de Nam-ra y dejó que la flamita hiciera su trabajo.

– Fueron dos años en el club de ciencia, y diez de atletismo... nada mal – meditó, y lanzó una risa.

Fue en ese momento que una pequeña luz verde brilló. Chayoung volteó a ver a Joon-yeong, como si no pudiera creerlo. De pronto, una súbita alarma resonó desde los parlantes, opacando los gruñidos de los zombies y advirtiendo un incendio.

– ¡Chicos! – los llamó On-jo, y todos voltearon a verla – La puerta está abierta.

Cuando Chayoung y On-jo abrieron la puerta una fuerte corriente de aire las empujó hacía atrás.

– ¡Un helicóptero! – gritó Dae-su al verlo despegar y volar fuera de la azotea.

– ¡Aquí!

– ¡Oye!

– ¡Por aquí!

– ¡Estamos aquí!

– ¡Socorro!

– ¡Vuelvan!

Sus gritos de auxilio fueron silenciados por el motor del helicóptero, que a cada segundo se veía más pequeño, más lejano. Corrieron hasta la punta de la azotea con los brazos levantados, de puntas de pies y alzando cosas, esperando que volvieran por ellos, pero no pasó. Un abrupto silencio que era solo interrumpido por el llanto de Hyo-riuk se apoderó de la azotea. Chayoung no sabía si el aire realmente estaba más pesado, si era el cansancio o la enorme decepción que sentía al ver al helicóptero volverse del tamaño de una hormiga en el cielo. Pateó las maderas apiladas con frustración. No tenía palabras de motivación para dar, todas se habían atorado en su garganta.

yesterday, estamos muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora