La noche está despejada. En el corredor en donde esperan, entre varias casas de té, Jiang Cheng mira el cielo y observa a las estrellas titilar alrededor de una luna creciente. Todo alrededor se está apagando, las casas se cierran, los mercados apagan sus lámparas y la gente deja de caminar por la calle. Jiang Cheng respira el hielo del viento y piensa, ociosamente, que ese frescor no es suficiente para apagar los latidos de su pecho.
Los pasos se acercan y él mira a Yu XinYin, tan alta que lo supera en altura, con ese ojo diligente fijo en la sombra que se acerca y con una mano en su espada de acero. Él hace lo mismo, no con Sandu que no ha salido desde hace varios meses, sino con la daga afilada que ahora lleva a su costado. Aguarda y contiene la respiración. No es hasta que escucha el sigilo de estos pasos, ya cerca, que comprende que no es un enemigo por ejecutar.
Yu XinYan, tan exacta a su hermana gemela, aparece. Sus ojos pequeños miran el camino que ha dejado y luego se une a ellos en la oscuridad. Sus arañas son feroces y despiadadas, las adora. La fiereza de su expresión cuando huele la cercanía de la sangre lo hace sentir menos loco.
—Ya saldrán —murmura ella y señala hacia atrás—. Irán al puente.
—Entonces allí lo esperaremos.
Jiang Cheng ha aprendido a correr en escaramuzas, perdiéndose entre las sombras, los recovecos y las paredes. Ha aprendido a ser sigiloso como un gato, potencialmente inofensivo, pero demoledor y brutal. Está aprendiendo a usar sus puntos francos en armas y a esperar todo lo peor. Meishan Yu le dio una lección brutal: no confiar ni siquiera en tu sangre. Incluso una anciana en luto te puede despescuezar.
No volverá a cometer el error dos veces, por supuesto que no. Le tomó más de un mes recuperarse y eso porque tuvo la dicha de salir con vida.
Sus pasos, junto con los de sus dos arañas, apenas se sienten en medio del recorrido saliendo del pequeño pueblo. Saltan los charcos, las cajas y se diluyen entre la oscuridad mientras atraviesan los caseríos. XinYan es implacable en la forma en que se mueve, fácil de ocultarse entre la gente a pesar de su altura. Es como si supiera camuflarse en otra piel mientras permite que sus hombros se encorven y se vea inofensiva. XinYin es... un arma, en todo sentido. Su ojo derecho, quebrado por el paso de espada, es la única evidencia de su único momento de debilidad y la razón por la que decidió no serlo más nunca.
Ambas son gemelas y son suyas, dieron el juramento frente a la montaña, ante los dioses y dieron su sangre para sellarla con la de su palma, en el último día que estuvo en Meishan.
Es el legado de su madre, que no se conformó con darle a Zidian.
Todavía quema esa carta.
Pero allí, mientras traspasan los límites del pueblo y se funden en la maleza, Jiang Cheng no tiene tiempo para pensar en nada más. Trepa el árbol con sigilo, Zidian sale de su dedo y la entrega a XinYan, quien sabe lo que hará al respecto. XinYin tiene la mano en su espada, sin respirar. Él toma su daga y el látigo de cuero que cuelga en su cadera, sus dedos pican porque no hay nada que más desee hacer en ese momento.
Allí están, los Wen.
Hay algo que Jiang Cheng no dice, prefiere hundirlo en el fondo de su mente antes de que moleste como una serpiente picando su mano. Es sobre lo doloroso y horroroso que se convierte ver una patrulla de los Wen acercándose. Lo llevan al justo lugar donde la notó acercándose a su hermano y como corrió para salvarle la vida. Siempre, sin falta, la imagen le eriza la piel, le hiela los huesos, clava acero líquido en sus venas y lo enmudece. Pero Jiang Cheng ha aprendido a convertir el miedo en pura ira, no la que explota y se deja ver a lo lejos, sino la que se afila y apuñala cerca. Eso siente que hace mientras traga, conforme sus ojos observan al conjunto de túnicas bordeadas por el sol, los hombres que avanzan despreocupados, riendo, borrachos y sintiéndose reyes del mundo, al punto de creer que son ilesos. Que no hay nadie que pueda amenazarlos.
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Un hombre sin núcleo (MDZS)
FanfictionCuando Lan XiChen encuentra al nuevo líder de la secta Jiang, no está solo. Está con Wei Wuxian, quien aún intenta convencerlo para una operación insólita, y Wen Qing, quien está esperando a pagar el precio. Pero Jiang Cheng está negado a aceptar el...