Cap 19: Un hombre sin salidas

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Cuando Lan Wangji llega a su presencia con el talismán en la mano, Jiang Cheng ya se imagina lo que viene a decir. Él no es tonto, lo reconoció, reconocería esa letra a donde sea, y la euforia del encuentro hizo que se llevara a sus cultivadores de vuelta porque sabía quién era el culpable de esos ataques a las oficinas de vigilancias con talismanes y cadáveres aterrados. Y parece que Lan Wangji ha llegado a la misma conclusión, con mucha menos información de la que cuenta Jiang Cheng, así que debería darle mérito.

—Es un talismán maligno —Lan Wangji dice y Jiang Cheng enarca una ceja mientras recuerda los borradores que hizo su hermano unos días antes de salir de Meishan. Al inicio no quiso decirle de qué se trataba, hasta que le habló de la posibilidad de buscar desarrollar el cultivo demoniado.

—Se encarga de atraer en vez de repeler.

—No he visto nada así en ninguna secta.

—No, yo tampoco.

Es honesto, pero cuando mira el talismán, cuando siente el influjo de poder entre sus yemas solo puede pensar con infinito orgullo que sí... Wei Wuxian lo hizo. Lo logró. El maldito de su shixiong, no, de su gege, lo hizo: intentó lo imposible y lo logró.

Hay un golpe bajo, hondo y profundo que no puede identificar en ese momento. Es extraño, como el veneno filtrándose en sus venas, pero parece que de tanto beberlo se está volviendo inmune a él. Hay una sonrisa torcida en sus labios y Jiang Cheng ahora se imagina el rostro de su padre aterrado ante la posibilidad de que Wei Wuxian lograra lo imposible profanando la vida después de la muerte.

Eso te enorgullecería o...

—Jiang-zhongzhu —La voz del segundo jade sigue siendo monótona y perfecta.

—Bien... —Es lo que responde. Arruga el talismán en sus dedos con una mezcla de pura emoción, miedo y expectativas—. Está matando a los Wen, si es así, entonces es nuestro aliado. ¡Todo lo que necesitamos es matar a los Wen!

Lan Wangji parece incómodo al respecto. No le importa. Jiang Cheng ha perdido los escrúpulos en esta guerra, porque los Wen jamás los tuvieron. Jamás importó si atacaban a niños o ancianos, a mujeres o jóvenes. Jamás importó si tenían núcleo o no. A los que tenían núcleos, se los quitaron para luego humillarlos, fue una víctima de ello y aún tiene pesadillas de lo que le ocurrió que lo hacen gritar sin voz. A los que no tenían núcleos los mataron. La gente que se une a su secta viene, en su mayoría, por venganza. Mercados robados, tierras saqueadas, niños asesinados y mujeres violentadas por esos malditos Wen. ¿Qué clase de consideración va a tener él? Ninguna.

Quizás, el segundo jade no lo entienda. No sabe sí XiChen lo entendería, aunque lo mire con desaprobación.

Ignora la pulsada amarga al pensarlo.

—Descanse, Lan-gonzi. Xian-er —llama a su pequeño ayudante, siempre apostado a varios pasos de distancia cuando está reunido, pero listo para obedecer—. Escolta a Lan-gonzi a sus aposentos.

—¡Sí, Jiang-zhonzghu!

El niño avanza con pasos rápidos hasta que se acerca a Wangji y luego camina derecho, como si fuera un pequeño líder. Jiang Cheng debe admitir que no soporta mucho a los niños pequeños: son gritones, gruñones y nunca se entiende qué es lo que buscan de ellos. Pero niños como Bai Xian, que están a un paso de la adolescencia y sus demandas son claras, lo hacen sentir en un espacio seguro.

Se lleva el talismán en manos cuando camina rumbo a la enfermería donde Wen Qing sigue trabajando. No solo produce veneno, sino que prepara y prueba los antídotos y ha encontrado algunos avances a través de su investigación para tratar otras enfermedades. Aunque no lo muestre, parece satisfacer toda su curiosidad científica.

Un hombre sin núcleo (MDZS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora