CAPÍTULO 4
La pequeña Maya despertó aquejada de un dolor de cabeza muy molesto.
Se alarmó un poco al no reconocer dónde se encontraba. Estiró el brazo y su mano chocó con un objeto de forma circular. Lo miró detenidamente. Era un volante, uno muy grande. Lo siguiente en que se fijó fue en un cristal cubierto de nieve por fuera. Tardó un poco, pero se dio cuenta de que estaba en la cabina de un camión. No había nadie con ella. Se quitó de encima la manta y se sintió un poco mejor al comprobar que era el abrigo de Raven.
Un montón de chispas saltaron cuando Raven dejó caer un tronco en la hoguera que acababa de encender. No llegó a sentarse junto a ella, ya que escuchó un estridente chirrido y volvió la cabeza. La puerta del camión terminó de abrirse y vio la diminuta cabeza de Maya asomando tras la abollada chapa. La niña tenía el pelo revuelto y los ojos hinchados. Raven se acercó a ella y la ayudó a bajar, cogiéndola con suavidad.
-¿Cómo te encuentras? -preguntó él.
-Me duele un poco la cabeza. -La niña se llevó la mano a la frente.
Maya se acurrucó junto al fuego y observó el camión que le había servido de dormitorio. Sólo quedaba la cabina, ni siquiera tenía ruedas, y la chapa estaba oxidada por todas partes. Recordó la única vez que había montado en un camión; de eso hacía dos años. Le hubiera gustado repetir y contemplar la carretera desde la posición elevada de la cabina.
-No encontré un sitio mejor para pasar la noche -se disculpó Raven al seguir la mirada de la niña.
-Toma tu abrigo. ¿No tienes frío sólo con un jersey? -preguntó ella sin parecer molesta en absoluto por el improvisado refugio en el que había dormido.
No nevaba, pero era una mañana tan fría como de costumbre. Maya alargó las manos para acercarlas al fuego. Raven no podía dejar de mirarla en todo momento con instinto protector.
-Gracias. -Raven tomó el abrigo y se lo puso-. Si tienes frío, me lo dices. Yo aguanto muy bien las bajas temperaturas. Maya, ¿sabes qué encontraremos siguiendo este camino?
-Londres. No está muy lejos. Mi mamá me llevó algunas veces, antes de que lo cercasen y prohibiesen la entrada sin un pase. Es un superpueblo, muy grande, enorme.
-Te refieres a que es una ciudad, ¿verdad? Era la capital de este país.
-¿Qué es una capital? ¿Y un país?
Raven se quedó un poco desconcertado por las preguntas. Eran conceptos demasiado básicos como para que ella no los conociese.
-¿Cuántos años tienes, Maya? -preguntó intuyendo cuál podía ser el problema.
-Ocho -respondió ella.
-Eso lo explica. Naciste después de la Onda, no conociste el mundo anterior. En cierto modo tienes razón: es un superpueblo. Se llama ciudad, en realidad. Y es una capital porque era la ciudad más importante de una zona enorme, muy grande.
-Mi mamá me dijo que el mundo de antes era mucho mejor. No hacía frío y había mucha más gente.
Un torrente de imágenes desfiló por la cabeza de Raven despertando su nostalgia. Partidos de fútbol y otros deportes, el cine y el teatro, paisajes bañados por el sol y aviones volando. La lista era interminable.
-Era diferente. Mejor en muchos aspectos, aunque también existían problemas.
Raven no sabía qué contarle de un mundo que ella no había conocido. Era una situación para la que no estaba preparado. Sólo habían transcurrido diez años desde la Onda, así que tampoco serían demasiados los niños que arrojaban ese tipo de preguntas, pero Raven entendió perfectamente que era algo que se iba a dar con más y más frecuencia conforme los niños se fuesen haciendo adultos y se preguntaran qué eran aquellas referencias que hacían los mayores a un mundo antiguo que ellos no habían llegado a conocer. Se quedó callado mirando el fuego.
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La Guerra de los Cielos
FantasyLa guerra más antigua y devastadora de la existencia ha encontrado el modo de continuar, de extenderse por toda la creación. El Cielo y el Infierno ya no son los únicos escenarios para este terrible conflicto. Comenzó cuando el planeta se estremeci...