CAPÍTULO 13
La piedra atravesó el aire desafiando la gravedad durante apenas tres segundos. Luego inició el descenso y terminó su corto vuelo rebotando varias veces sobre el manto helado que cubría el Támesis. Era el cuarto lanzamiento de Rick y el que más lejos había llegado.
El nublado cielo del mediodía derramaba una luz gris sobre la ciudad. El capitán Richard Northon se detuvo en la parte levadiza del puente de la Torre, justo entre las dos macizas torres neogóticas, y echó un vistazo a su alrededor, distraído. Sobre la superficie congelada del río se distinguían todo tipo de objetos que contempló asqueado. Latas, botellas y desperdicios de toda clase estaban esparcidos por el Támesis ofreciendo una triste imagen de lo que sería el fondo de no estar blindado por el hielo.
Se apoyó en la barandilla del puente, de espaldas a la carretera, y sacó un mapa plegable de Londres. Había varios lugares señalados con un punto negro, que se correspondían con las propiedades de la Tech Underground Corporation. Estaba buscando alguna respuesta a los misteriosos acontecimientos que había descubierto en el curso de su investigación. La sensación de no entender qué escondía aquella compañía le afectaba hasta el punto de no haberle dejado dormir apenas durante la última semana. Tenía que haber una explicación racional y comprensible para las acciones de la T.U.C.; un motivo, un objetivo, algo que esclareciese el fin que perseguía esa organización. Rick no conseguía averiguarlo y eso le estaba corroyendo por dentro.
Absorto en sus cavilaciones, tardó en darse cuenta de que los coches estaban pitando a su espalda. Se dio la vuelta y vio una limusina negra parada frente a él, bloqueando el tráfico en un carril.
-¡Muévete, imbécil! -gritó un tipo alto, vestido con un abrigo rojo muy llamativo, mientras se bajaba de su coche y se acercaba a la limusina-. No sé qué te crees por llevar ese coche tan elegante pero lo vas a poner en marcha ahora mismo.
La puerta del conductor de la limusina se abrió y salió un hombre negro de gigantescas proporciones. Tenía la cabeza rapada al cero y varios pendientes de oro en forma de aro.
-¿Es que eres sordo? Despeja el camino, anormal... -El hombre del abrigo rojo se calló de inmediato en cuanto el titánico hombre negro terminó de erguirse. Dio la vuelta en redondo y regresó a su vehículo a paso ligero.
Los demás conductores retiraron las manos del claxon cuando el conductor de la limusina barrió la calle con la mirada. Rick vio cómo en el carril de al lado, en sentido opuesto, un conductor bajaba la ventanilla y se quedaba mirando la mole de color negro que estaba plantada en medio de la calzada, seguía unos metros y chocaba contra un camión que se había parado delante. Otro hombre bajó de éste, visiblemente cabreado, y se fue directo a por el que acababa de golpearle por detrás. El conductor de la limusina giró lentamente la cabeza y miró a Rick, que por fin reaccionó y subió al lujoso vehículo.
-Vámonos antes de que interrumpas todo el tráfico de la ciudad -dijo al montar.
La limusina se puso en movimiento y se alejó del puente de la Torre, dejando atrás un revuelo de confusión y conductores enfadados.
-¿Adónde me llevas, gigantón? -preguntó Rick.
El chófer no respondió. La limusina prosiguió su camino sobre el asfalto de Londres. Rick se recostó en su asiento y descartó volver a preguntar por su destino. Conocía lo suficiente a su descomunal amigo para saber que no abriría la boca. No es que hubieran tenido mucho contacto, pero no le había oído jamás pronunciar una palabra. Ni siquiera conocía el timbre de su voz. Mientras miraba por la ventanilla, intentado adivinar a dónde se dirigían, Rick cayó en la cuenta de que no sabía cómo le había localizado su silencioso chófer. No le había dicho a nadie dónde estaba, dado que se había dedicado a vagar por las calles hasta decidir cuál iba a ser su siguiente paso. Podría preguntarle al gigantón, como Rick solía llamarle, ya que tampoco sabía cuál era su nombre, pero obtendría la misma respuesta que a su pregunta anterior.
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La Guerra de los Cielos
FantasyLa guerra más antigua y devastadora de la existencia ha encontrado el modo de continuar, de extenderse por toda la creación. El Cielo y el Infierno ya no son los únicos escenarios para este terrible conflicto. Comenzó cuando el planeta se estremeci...