Capítulo 17

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CAPÍTULO 17



La práctica de comparar dos personas u objetos, de similares características, con dos gotas de agua para expresar que son iguales inducía a uno de los errores más comúnmente cometidos, dado que no existían dos gotas de agua idénticas. Las diferencias eran siempre numerosas y se podían apreciar en infinidad de detalles, tales como el tamaño o la forma. Algo más cerca de la verdad hubiera sido sugerir que las dos gotas de agua parecían iguales a la vista.

Sin embargo, no todos los ojos están dotados de la misma capacidad de observación. Los de los ángeles, sin ir más lejos, enviaban una cantidad de información al cerebro muy superior a la que enviaban los de los Menores, permitiéndoles acceder a un número mucho mayor de detalles y matices acerca del entorno. De ese modo, los ángeles, y por supuesto también los demonios, eran conscientes de que no existían dos objetos iguales en toda la creación.

Esta regla tan sencilla y fácil de comprender contaba con una sola excepción. Ningún ojo, ni siquiera con la ayuda de los demás sentidos, era capaz de diferenciar a los dos ángeles que Asius contemplaba ensimismado en esos momentos.

Las espadas chocaron, se retiraron y volvieron a buscar la forma de superarse mutuamente y alcanzar a su oponente. Las llamas que envolvían el filo de sus hojas dejaban una estela anaranjada al rasgar el aire. Un leve silbido acompañaba sus desplazamientos, indicando a un oído experimentado la velocidad de su movimiento y su localización.

-Ver a los Gemelos entrenándose siempre me ha parecido uno de los espectáculos más impresionantes que existen -comentó Zaedon mientras sus ojos seguían los ardientes trazos que las espadas dibujaban en el aire.

Asius asintió en silencio sin apartar la mirada de la sublime escena de lucha que contemplaba maravillado. El resplandor de los destellos y de los fogonazos se reflejaba en su melena pelirroja.

Las espadas chocaron de nuevo y un destello azulado iluminó momentáneamente a los contendientes. Los dos tenían las alas extendidas, desempeñando un papel indispensable en las posiciones de combate que empleaban. Al haber perdido la capacidad de volar, sus coreografías de lucha tuvieron que ser revisadas, excluyendo los movimientos que exigían el vuelo para su realización, pero las alas seguían siendo necesarias para equilibrar el centro de gravedad en ciertas posturas corporales, que de otro modo hubieran sido imposibles de adoptar.

Los Gemelos se estaban batiendo en una de sus sesiones de entrenamiento. Eran de la opinión de que no había mejor manera de progresar que intentar superarse a uno mismo. La Sala de Prácticas era una de las secciones con las que contaba la Escuela. Se llegaba hasta ella ascendiendo por un Conducto y estaba compuesta por más de cinco mil plataformas diferentes suspendidas a diferentes alturas. Menos de la mitad de ellas eran accesibles mediante pasillos colgantes, tendidos por los Moldeadores después de la Onda. El resto de plataformas permanecían sin utilizar, dado que otras partes del Nido gozaban de mayor prioridad a la hora de ser restauradas. Éste era un ejemplo más de cómo la Onda había afectado al entorno de los ángeles cuando el fenómeno les arrebató la facultad de volar.

Todas las Salas de Prácticas contaban con el mismo diseño. La única diferencia entre ellas era su tamaño y capacidad. Una plataforma central flotaba a la altura más baja. No tenía paredes ni techo, y en el centro se disponía de un área redonda delimitada por un círculo, que era donde tenían lugar los combates. Cerca del círculo había una simple silla destinada al Sanador, sin el cual no se podía realizar ninguna sesión. A unos tres metros de altura estaban suspendidos los pequeños discos de observación rodeando la zona de entrenamiento. Detrás de la silla del Sanador, y al borde de la plataforma central, una sucesión de piezas de mármol rectangulares colocadas cada una un poco más alta que la anterior, y sin que llegasen a entrar en contacto unas con otras, constituían los peldaños de una escalera por la que se ascendía hasta el primer disco de observación. Desde ahí, hasta los demás, había que pasar por pasillos colgantes que los unían a todos formando un enorme anillo.

La Guerra de los CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora