CAPÍTULO 22
-¡Mamá, mamá! -gritó el pequeño Billy muy excitado-. ¿El fuego puede flotar?
La pregunta descolocó completamente a Grace, que no supo cómo enfrentarse a la desbordante imaginación de su hijo. La parte positiva era que por lo menos el pequeño era ajeno a la ola de destrucción que estaba asolando la ciudad; seguramente imaginaba que se trataba de un juego nuevo. La parte negativa era que necesitaba desesperadamente que su hijo no le causara problemas, o todos morirían; algo que lógicamente no debería tener que exigir a alguien que contaba con sólo seis años.
-Ahora no, cariño -le contestó sin poder volver siquiera la cabeza para ver qué hacía. Estaba arrastrando como podía el cuerpo inconsciente de su marido, que pesaba una tonelada por lo menos. Tenía que ponerle a salvo antes de que las llamas les alcanzaran-. Ven con mamá, Billy. No quiero que te separes de mí.
El instinto de supervivencia era lo único que evitaba que se derrumbase. Pasara lo que pasara salvaría a su familia. Le costaba recordar cómo habían acabado en una situación tan peligrosa.
Hacía un momento estaba con su hermano, su hijo y su marido, contemplando anonadados a miles de personas con alas negras desfilar hacia la Niebla, cuando una grieta se propagó por el suelo y causó el derrumbamiento de un edificio que se encontraba muy cerca. Los escombros perforaron la calle, y Grace y su familia cayeron por un agujero.
Al volver en sí descubrió que su hijo continuaba junto a ella, instándola a que se despertara. Estaban en alguna cavidad del Metro y un incendio amenazaba con acercarse peligrosamente a ellos y privarles de oxígeno. Grace encontró a su marido inconsciente y empezó a arrastrarle. El pequeño Billy le dijo que su tío se había caído por un agujero, ahí al lado, pero no podía ocuparse de todos ella sola. Lo primero era poner a salvo a Larry.
-No sabía que el fuego flotase, mamá -oyó decir a Billy con su voz infantil. Era imposible saber a qué se estaba refiriendo-. ¡Es muy chulo!
Sin poder evitar que su corazón se acelerase mucho más de lo recomendable, Grace dejó a Larry tirado en el suelo cuando escuchó el grito de su hijo. Se dio la vuelta y salió corriendo por el único camino posible.
-¡Hombre malo! -gritó Billy llorando descontroladamente-. ¡Hombre malo!
Grace giró alrededor de un bloque de escombros particularmente grande y casi se dio de bruces con un hombre altísimo. Debía de medir al menos dos metros. Su largo pelo rubio fluía suelto sobre sus hombros y llevaba los brazos desnudos, salvo por unos brazaletes muy extraños. Su indumentaria no era la mejor para mantener el calor corporal. De su mano derecha colgaba Billy, quien daba patadas y manotazos en el aire y no paraba de repetir hombre malo. El desconocido le sujetaba como si fuese una bolsa que debía mantener separada de él. Lo mantenía lejos del suelo, pero no se apreciaba delicadeza en su modo de agarrarle.
Un poco más atrás, Grace vio algo que la dejó muda de asombro. Era un símbolo muy raro; nunca había visto nada remotamente parecido. Se componía de varios trazos que formaban círculos y líneas entrecruzados. Aunque no lo comprendía, no le dio la sensación de que fuera excesivamente complejo. Lo que nunca olvidaría de aquel signo era que estaba dibujado con fuego. Sus trazos eran sucesiones de llamas que ardían silenciosamente en el aire. Flotaban, como había dicho su pequeño Billy.
-No toquéis la runa -dijo el rubio en tono neutro. Su rostro era muy serio. Se acercó a Grace y le entregó a su hijo.
-¡Espera! -le pidió ella sujetándole por un brazo al ver que se marchaba. No comprendía cómo, pero algo le decía que aquel hombre era su única esperanza-. Mi marido... y mi hermano -rogó con la voz quebrada-. Por favor -fue cuanto pudo añadir antes de caer al suelo de rodillas totalmente rendida. Sólo le restaban fuerzas para abrazar a Billy.
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La Guerra de los Cielos
FantasyLa guerra más antigua y devastadora de la existencia ha encontrado el modo de continuar, de extenderse por toda la creación. El Cielo y el Infierno ya no son los únicos escenarios para este terrible conflicto. Comenzó cuando el planeta se estremeci...