22. El robo

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«No puedo creer que no puedan con una simple mujer —gruño furioso. Se acercó a la carriola y tomó el porta bebé—. Terminen con el trabajo —indicó y se dirigió a la camioneta llevándose a Dania.

Uno de los hombres miró con frialdad el cuerpo inmóvil de la agente, entonces apuntó con su arma».

A continuación, dos de las camionetas salieron del lugar, quemando llanta.

Sarah quien había llegado minutos antes, se encontraba en el auto atendiendo una llamada del colegio de su hijo, justo cuando la detonación de armas de fuego, la sorprendieron, por lo que de inmediato soltó su móvil y se agachó buscando protegerse. Cuando aquellos impactos cesaron la mujer se asomó con discreción intentando saber que ocurría entonces logró distinguir a su amiga peleando con tres sujetos. Una gran descarga de adrenalina la recorrió al recordar cómo es que ella arriesgó su vida por ella tiempo atrás, por lo que no dudo ni un minuto de volver aquello que hizo.

El sujeto cargó su arma dispuesto a disparar, a continuación el fuerte rechinido de unas llantas lo hicieron desviar su atención para observar hacia un lado, entonces se dio cuenta de la velocidad que iba un auto hacia él.

Sarah presionó con mayor fuerza el acelerador dándose cuenta que iba a apuntar hacia ella, entonces sin dudarlo un segundo, intentó arrollarlo, pero este se aventó hacia un lado golpeándose la cabeza sobre el asfalto.

Instantes después detuvo su auto y salió corriendo hacia su amiga que se encontraba inconsciente en el lugar.

— ¡Dariana! —exclamó acercándose a ella—. Una ambulancia —solicitó, entonces su angustiada mirada recorrió el lugar buscando con desespero a la pequeña. Abrió los ojos de par en par al observar la carriola vacía ¿Y la niña? —gritó con horror. — ¡¿Dónde está?!

***

Haidar esperaba con impaciencia noticias sobre el trabajo que había ordenado. Su duro corazón latía agitado. Tomó la licorera que tenía sobre una de las mesas de su despacho y sirvió whisky en un vaso y bebió de golpe.

—Ya se demoraron mucho —indicó a su hombre de confianza y quien lo había sido del desaparecido Azahar.

—Eso espero, deseo que se retuerzan de dolor al saber que estando en mis manos su hija, jamás la volverán a ver. —Carcajeó al tiempo que servía otra copa y brindaba con aquel sujeto.

Una hora después la llamada de uno de sus hombres, lo hizo ladear una sonrisa.

—Son ellos refirió y respondió—. Te escucho —refirió con voz ronca.

—Todo salió muy bien, llevamos a la mocosa con nosotros.

—Perfecto —respondió mientras presionaba sus puños con fuerza—. Nos vemos en el lugar señalado. Salgo en este momento —mencionó exhalando con satisfacción.

—Me alegra que todo saliera como esperaba —expresó su acompañante.

—Así es. Debo avisarle a la nueva madre de la mocosa, para que se prepare y vaya a darle la bienvenida —expresó divertido.

El perro fiel de la familia ladeó los labios.

—Debe estar impaciente —refirió riendo.

—Así es. Valió la pena para ella todo el sacrificio que hizo —expresó con odio.

****

Horas más tarde.

Sarah se encontraba en la sala de espera, noticias de su amiga, luego de que no despertaba de aquel encuentro que tuvo con esos delincuentes, mientras lo hacía llamó un sin fin de veces a todos los números que tenía Alessandro, Eduardo y el equipo, sin embargo, ninguno respondía, por lo que supo que algo grave sucedía.

Las Protegidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora