35. Preocupación Compartida

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Eran las dos de la mañana, cuando Arnulfo subió al roof garden de la casa sosteniendo un termo con café, encendió la luz, para tomar asiento en la sala de exterior que había, abrió los ojos de par en par al observar a doña Sophía, recargada en la barandilla.

—¿Un poco de café? —preguntó él.

La mujer giró en su eje y le sonrió.

—No, gracias —expresó—, si lo tomó a esta hora se me espanta el sueño —bromeó.

Arnulfo permaneció de pie, hasta que su amiga se acercó y tomó asiento.

—¿Cómo estás? —preguntó él.

—Dentro de lo que cabe, bien —respondió y colocó las fotografías que sostenía sobre la mesa.

Arnulfo no pudo evitar dirigir su mirada hacia ellas.

—¿Puedo? —preguntó señalándolas.

Sophía afirmó con la cabeza.

—Claro.

Arnulfo observó la imagen, era un grupo de personas en una reunión, sonrientes.

—Estoy con José Pablo, sus hermanos y sus hijas —explicó—, celebramos navidad juntos. —Suspiró profundo.

La mirada de Arnulfo, recorrió la imagen, observando a cada uno de las personas que estaban, todas se veían felices, distinguió los hermosos adornos navideños, además del pino, hasta que encontró a la hermosa chica de cabello largo y rizado.

—Estamos trabajando en que vuelva pronto —comentó.

—¿Saben algo? —preguntó.

Arnulfo inhaló profundo y bebió un sorbo de su café.

***

Eduardo recostó a la pequeña Dania en la cuna, luego que despertó porque tenía hambre. Besó su mejilla y la abrigó.

Dariana suspiró profundo al verlos, se puso de pie y abrazó a su esposo.

—Te amo tanto —murmuró.

Eduardo la estrechó con sus grandes manos y la besó.

—También yo —respondió—. Eres todo para mí —refirió mientras la guiaba hacia la cabina de la ducha, sin dejar de besarla.

Con rapidez encendió la luz y la recargó sobre el muro de concreto, sus manos se deslizaron por la suavidad de sus hombros haciendo que sus finos tirantes, cayeran dejándola desnuda en cuestión de segundos.

Sus labios se dirigieron hacia sus pezones y comenzó a succionar con irreversible deseo. Dariana pegó su rostro en la pared, sintiendo como su lengua torturaba una de sus zonas más erógenas. Por lo que jadeó con fervor.

Dary gimió ante aquellas candentes caricias. Mordió su labio con fuerza al sentir la manera en la que sus candentes manos, comenzaban a descender con lentitud por su talle.

Eduardo se enderezó percibiendo como el torso de ambos subía y bajaba de forma agitada. Su mirada la barrió de arriba hacia abajo, deleitándose con su hermosa silueta.

—Me gustas tanto, Dariana Larios. —Mordió el lóbulo de su oreja.

—Que casualidad, porque también me gustas mucho —expresó, mientras comenzaba a sacar la playera de su firme pectora, acercó sus labios a ella y comenzó a recorrer marcado abdomen.

Eduardo gruñó al ver a su esposa dispuesta a recorrer su acalorada firmeza, con la sensualidad de sus labios; por lo que con rapidez se deshizo de sus boxers. Se tuvo que contener presionando con fuerza sus dientes, para no jadear como deseaba ante la manera que ella lo complacía.

Las Protegidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora