38. Un corazón unido

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«Entonces te das cuenta que no es quien te mueve el piso, sino quien te centra. No es quien te roba el corazón, sino quien te hace sentir que lo tienes de vuelta». Julio Cortázar.

***

—Es una fortuna que la herida de Charlie no fue de gravedad —dijo Alessandro al ingresar a la casa donde se refugiaban.

Dariana observó a su amigo y le sonrió.

—Me alegra mucho que estés bien —dijo con sinceridad.

—Hierba mala nunca muere. —Charlie guiñó un ojo.

—Espero que valga la pena, haber arriesgado tu vida —Francesca refirió observando con dureza a Nicole.

La mujer evadió la mirada de su compañera.

—Necesito tomar una ducha —expresó y se alejó de ahí.

—Lo mismo hubiera hecho por ti —Charlie respondió a Francesca.

—Tienes la fortuna de que yo sí te quiero, aunque sea un poquito. —Ladeó los labios.

Charlie negó con la cabeza.

—Voy a descansar. —Suspiró profundo.

— ¿Siempre tienes que ser tan directa? —Dariana reprochó.

—Esa mujer, ya lo ha hecho sufrir demasiado, ¿quién crees que termina escuchando sus penas?

Dariana se giró en su eje.

— ¿Tú? —se mofo—. Claro que no. —Negó con su cabeza. Quizás Gio, Ciro, Ale, mi marido, pero tú en definitiva no, si no tienes corazón. —Frunció el ceño.

Francesca la miró a los ojos con seriedad.

—Claro que lo tengo, pero lo resguardo bien —indicó—, Charlie debería hacer lo mismo, a esa el único que le interesa es otro, es evidente.

— ¡Ya basta! —Eduardo exclamó, al ingresar en compañía de Gio.

—Voy a descansar un rato, tenemos que salir en pocas horas —aclaró Francesca.

****

Dariana se dirigió a la habitación, luego de ducharse, tomó entre sus brazos a su pequeña, y besó su pequeña frente.

—Ya estoy de vuelta, cariño. ¿Qué tal te la pasaste con la abuela Sophía? —susurró.

Se dirigió a la cama y se recostó sintiendo la calidez del delicado cuerpo de su pequeña.

—Todo acabará pronto lo prometo —murmuró.

Eduardo entró y se acomodó a su lado, observó a su pequeña abrir sus amielados ojos y sonreírles.

— ¿Cómo estás, mi cielo? —acercó uno de sus dedos a su manita.

Al escucharla balbucear, ambos sonrieron.

—Alguien despertó de muy buen humor —Dariana le sonrió y la pequeña correspondió.

La sentaron en medio de ambos y le acercaron algunos juguetes, e interactuaron con ella.

—Esa mujer sigue interesada en ti —Dariana observó a su esposo a los ojos.

—Desde lo que ocurrió en su apartamento, todo quedó claro entre nosotros. —Eduardo acarició su mejilla. —¿Tienes alguna duda en lo que siento por ti? —cuestionó.

Dariana negó con su cabeza.

—Claro que no. —Sonrió con dulzura—. Nos hemos esforzado mucho por tener una relación sólida, llena de confianza, respeto, somos amigos y nos amamos, aquí tenemos una prueba de ese amor. —Abrazó a Dania, quien balbuceaba y emitía fuertes gritos al sentirse contenta.

Las Protegidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora