28. Cambio de dirección

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Horas más tarde.

Debido a que Liselotte se encontraba ahí, el equipo se tuvo que dividir, para trasladar a la mujer a los Países Bajos y entregarla con una persona de confianza, para que la tuviera detenida, bajo el cargo de robo de menor.

Francesca y Giovanni se trasladaron a Nepi, Italia, en donde se encontraban la madre de la agente y su hijo en la casa de los papás de Sarah.

René en compañía de David se dirigieron a Ámsterdam, para entregar a esa mujer y a reunirse con el resto de sus amigos, para salir de ahí, hasta demostrar su inocencia.

Mientras tanto Arnulfo, Alessandro, Dalil, Eduardo, Dariana y su bebé viajaron a otro país, a un lugar en el que sabían que estarían bien resguardados. El vínculo que aquella joven madre tenía con su pequeña, poco a poco se volvió a empezar a tener, desde que volvió a aceptar el alimento de su mamá.

Luego de casi tres horas, llegaron a su destino final.

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Playa Ereaga, Getxo, Vizcaya- España.

Arnulfo condujo de Bilbao hacia la costa por alrededor de veinte minutos, mientras charlaban el intenso azul del océano, se reflejó en los ojos color miel de Dary. Su mirada se perdió entre el oleaje, observando a algunas personas bañarse en el mar, en ese momento una gran tranquilidad la sobre acogió, abrazó a su pequeña a su pecho, sintiendo que ambas estaban protegidas, con Eduardo a su lado, su padre y el equipo, que más que ser compañeros de trabajo, eran familia.

Minutos más tarde, el actual Fiscal se estacionó frente a una hermosa casa a los pies de la playa. Abrió la reja del jardín y caminaron por las baldosas para llegar a la entrada principal, en donde de inmediato una hermosa mujer, abrió.

—Por fin —doña Sophía dijo con una gran sonrisa—, añoraba tanto tenerlos aquí —refirió abrazando a Dariana de inmediato. —¿Cómo está mi nieta? —indagó buscándola, entonces la encontró en los brazos de Eduardo.

Dariana correspondió a esa encantadora sonrisa.

—Muchas gracias por recibirnos —mencionó inhalando de su delicioso aroma afrutado.

—Nada que agradecer somos familia, ya lo sabes —dijo y su mirada se cristalizó.

Eduardo comprendió aquella nostalgia, al estar frente a la hija del hombre que más amó, pero que también más la hizo sufrir.

—Nada de estar triste —mencionó—, es momento de que sostengas a Dania —mencionó acercándose.

La mirada de doña Sophía se iluminó.

—Tienes razón, es momento de celebrar que recuperaron a su pequeña —expresó mientras caminaban al comedor—, tengo todo preparado para que estén cómodos y se olviden del mundo por un tiempo —expresó.

Arnulfo sonrió.

—Te has convertido en una madre para Dariana —refirió con cariño—, me alegra que pueda contar con tu apoyo.

—Es una gran chica, desde que la conocí me di cuenta —expresó—, la quiero tal como tú también. —Ladeó sus labios.

—La vida nos regaló una hermosa hija y ahora una nieta — Suspiró profundo.

Luego de saludar a todos sus invitados, cada se fue a descansar a excepción de Alessandro, quien fue a buscar a su familia, ya que se encontraban a unas calles de ahí.

—Los veo pronto —mencionó y se despidió.

Eduardo y Dariana se quedaron en una pequeña casa que tenían en la misma propiedad, a las orillas del inmenso jardín trasero. Prosiguieron su andar por el camino de baldosas que separaba del césped. Aspiraron el fresco aroma que los grandes árboles proporcionaban, además que la gran variedad de flores que había, a su alrededor, iluminó sus miradas.

Las Protegidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora