〄 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄

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1• Desde el balcón

Estaba anocheciendo y la cafetería de la esquina había vuelto abrir para atender a sus clientes nocturnos

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Estaba anocheciendo y la cafetería de la esquina había vuelto abrir para atender a sus clientes nocturnos.

Observé como los meseros limpiaban el desastre que habían provocado un par de ebrios, tras una pelea hace una hora y media. Vidrios rotos, botellas de cerveza vacías en las mesas, sillas volteadas y pequeñas canastas de panecillos de mantequilla esparcidas por el suelo con su contenido hecho migajas.

Yo había visto todo desde el balcón del gran hotel donde me hospedaba. No era un hotel V.I.P. de cinco estrellas con camas inmensas de plumas de pato irlandés, un menú de chefs prestigiados como los anteriores o tenía servicio gratuito de lavandería como me gustaría que tuviera.

Lo practico, lujoso e instantáneo era lo cotidiano en mí, odiaba esperar, odiaba la mediocridad y odiaba que otros tuvieran el control antes de yo meter las manos. Pero mi desesperación por la rapidez llegó a ser una desventaja a la hora de esconderme.

Tenía tres noches y tres días sin dormir, sin comer como es debido. Mis manos temblaban constantemente por la ansiedad. La adrenalina que sentía por todo mi cuerpo se disparaba a niveles superiores por la cafeína que consumí en cantidades grandes la anterior noche. Tenía que estar despierta, en constante alerta. No quería que me encontraran.

El poder que se esparcía dentro de mí con cada minuto que intentaba pasar quieta se iba convirtiendo en una molestia constante. Así que había salido al balcón por algo de aire fresco, despejar mi mente de mis necesidades era doloroso. Me había prometido no volverlo hacer, pero fracasé. El ser que habitaba en mí, se retorcía de ganas de obtener un desafío, un bocadillo.

Había visto al par de borrachos llegar desde la calle lateral con sus mejillas enrojecidas por el alcohol. Estaban cantando una alegre canción a todo pulmón, llamando la atención de la gente que pasaba por el lugar. Los comensales que volvían a degustar de una cena tardía, les sonreían para después ignorarlos por completo.

Mis manos comenzaron a temblar de la emoción. Desde donde estaba lograba escuchar los latidos de sus corazones, latían acelerados, felices. Apreté mis manos en puños, fruncí mis cejas concentrándome en ellos.

Era más fácil controlar una mente que un par. Pero este día estaba al borde de la locura de mi poder y necesitaba extraer eso o no podría continuar despierta por más tiempo.

Tomaron asiento afuera del local, en las mesas con sombrillas. Escuché a uno gritarle a la camarera y dictarle su pedido con mucha autoridad. Cerveza para él y café bien cargado para su amigo.

Mis manos soltaron por fin chispas de electricidad y mi cabello se fue elevando poco a poco. Mis ojos intentaron atrapar las miradas de los dos sujetos al mismo tiempo, pero cerraban los ojos como si el sueño y el alcohol los alejara de mí.

Romina Neón #1 El Dominio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora