•19• Los renglones torcidos

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La bala atraviesa mi hombro izquierdo pero no siento dolor y la sangre no brota

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La bala atraviesa mi hombro izquierdo pero no siento dolor y la sangre no brota. Me quedo paralizado por la mirada apremiante de Charlie.

-Vaya pedazo de imbécil ¿Sabes que eso me pudo matar? -sonrío con mi poder aún expuesto y me extraigo con dificultad la pequeña bala del hombro.

-Pudo matarte pero no lo hace. Ahora puedo comprobar que eres resistente a eso también.

Le arrojo la bala y él la atrapa en el aire. Le da vueltas entre su mano y sonríe de nuevo, como si todo ésto fuera su juego favorito. Levanta el arma con su otra mano y me apunta sin siquiera verme.

-Tienes tres segundos para correr y esconderte amigo mío.

-¿Y si no lo hago qué? ¿Me vas a matar? Ya está comprobado que una bala no me puede matar.

Retira su mirada de la bala y sus ojos recorren desde la pistola hasta mí. Sus ojos acuosos son un río quieto cuando, con total seguridad, me confirma mi sospecha: -¿Quién dijo que te voy a matar con esto?

La pistola cae al suelo de tierra levantando polvo. De su mano sale una chispa y su cabello se alza. El simple hecho de ver soltar al fin su poder me hace dar dos pasos atrás. No por temerle a él, sino por el recuerdo de otra persona igual a él.

-Te voy a obligar a doblegar ante mí.

-¿Acaso eres una especie de animal que necesita reforzar su jerarquía? ¿Cómo los lobos o los leones?

Me inclino hacia adelante en una pose de combate, con mis manos extendidas y expuestas para defenderme de su inminente ataque.

-Ja, ja, ja, ja. Algo parecido, solo que en esta ocasión no voy a pelear contra ti.

-Entonces ¿Por qué expones tus poderes frente a mí?

-¿Ésto? -gira sus dos muñecas y los chasquidos eléctricos se escuchan-. Es solo una pequeña distracción.

Cuando lo dice es cuando detrás de mí se produce un zumbido. Me giro lo más rápido que puedo pero llego tarde para defenderme. Tengo un arma larga y extraña apuntando a un costado de mi estómago. No hay de nuevo dolor cuando el pequeño dardo sale y se clava en mi estómago. El líquido helado que contenía ese dardo me adormece al instante los músculos. Bufo de frustración y mi cabeza está a punto de irse a dormir pero me niego. La sacudo y desde las profundidades de mi cuerpo, mi desquiciado poder salta de arriba a bajo como simio enjaulado.

-Señor, se está resistiendo.

-Pronto se rendirá, Priscila.

Romina Neón #1 El Dominio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora