Tengo hambre. El poder ha absorbido toda la energía a mi alrededor y con ello provoqué un mega apagón en el hotel y sus alrededores que ha durado dos días. Dos días en los cuales no he probado ningún bocado, dos días en los cuales el monstruo en mi interior me ha dejado en paz. Así que en la mañana del tercer día cuando veo desde mi habitación que la cafetería está abierta y con luz, no lo dudo más y bajo a tomar un bocadillo.
No soy buena cocinando y evito a toda costa las grandes multitudes. No suelo hacer compras en el supermercado o bajar por el elevador con más gente adentro. Odio los espacios cerrados o los ojos sorprendidos de las personas que me dan un segundo vistazo. Nunca he estado agusto en mi cuerpo pero con el paso de los años logré suprimir lo suficiente ese sentimiento, que ahora solo me molesta si me pongo a pensar un momento en ello.
Llevo una sudadera negra y unos jeans desgastados color marrón. Parezco normal.
Exacto. Parezco...
Mi cabello es lo que siempre me delata. Es lo que hace que las miradas giren en mi dirección. Varias veces me lo he teñido marrón o negro pero el tinte se resbala como agua. Evito a toda costa llevarlo largo, me lo tengo que cortar hasta los hombros cada tres semanas. Ya que crece a una velocidad récord.
Aparte de eso, es tan blanco como las perlas del mar y no solo mi cabello. Cada bello de mi cuerpo es blanco. Quién me viera el rostro se encontraría con un par de cejas blancas y pestañas por igual. Por eso al salir del hotel, me cubro gran parte de mi rostro y cabeza con la capucha de la sudadera.
Cruzo la calle rápidamente con la mirada en el suelo. Cuando llego al establecimiento me llevo una gran decepción al ver que está repleto de gente. Me arrepiento y doy media vuelta, este día tampoco comeré. Mi estómago está ya protestando cuando una mano intenta tocar mi hombro. En automático mi cuerpo suelta una pequeña descarga de advertencia, protegiendo contra el contacto de un extraño. La mano se retira bruscamente de mi hombro.
—Aún hay lugares.
Me giro. La chica es una mesera y por fortuna no me ve realmente. Está ocupada anotando algo en su pequeña libreta. Señala a las mesas con sombrilla. Recorro con la mirada pero no hay nadie... Bueno. Solo un hombre frente a su laptop. Está tan absorto en escribir que el vaso de café se ha caído de la mesa.
—¿Cuál es su orden? Tenemos café, pastelillos, cerveza... no tan fría. Ya sabe, por el apagón la electricidad anda un tanto extraña.
—Una cerveza estaría bien y ¿Qué tienen de desayunar? —digo, mientras me acerco al otro extremo de la terraza.
Hay una mesa en la esquina, donde la pared de otro edificio la cubre. Está tan alejada de la multitud del local y del hombre de la laptop. Y perfecta para cenar tranquila. Sin miradas curiosas o charlas no deseadas.
—Solo tenemos huevos revueltos con tocino.
La mesera anota en la libreta. Puedo jurar que son números lo que escribe. La observo y no puedo evitar mirar su piel y la sangre que se comienza a concentrar en el dorso de su mano al escribir.
ESTÁS LEYENDO
Romina Neón #1 El Dominio
Ciencia FicciónRomina Neón posee una forma peculiar de filtrarse a su antojo en los cuerpos de los mortales y hacer que pierdan el control de sus débiles mentes. Tiene un objetivo en especial, acabar con un hombre poderoso. Cuando está a punto de lograrlo, aparece...