•4• Una taza de azúcar

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Tardo un par de minutos y unas calles más arriba, comprobar si alguien me sigue

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Tardo un par de minutos y unas calles más arriba, comprobar si alguien me sigue.

«Pero vamos, Romina. ¿A quién engañas? Ellos pueden alcanzarte. Además ¿Por qué no lo harían? Desapareciste, así sin explicaciones. Quizás el chico solo piense que, el que se cayó del tejado fue él y tuvo una alucinación sobre una chica extraña.»

—Tal vez me reconoció de la cafetería. Pero eso sería imposible. Vamos Romina, necesitas una buena cama y de ser posible un botiquín de primeros auxilios.

Toco mi frente. No duele nada, pero inexplicablemente había sangrado. Aunque ahora la herida estaba un tanto seca, tendría que ir a casa para limpiarla.

Raras veces sangraba de una herida, y eso sucedía porque mi poder estaba en desequilibrio. Al no estar centrado y con un nivel por debajo de lo normal, tendía a sucederme ese tipo de cosas.

Sangrar por cualquier cortada pequeña, desmayarme por falta de sueño, no poder domar por tanto tiempo a las personas y algo mucho peor que todo eso era que en algunas ocasiones podía ver mi pasado. Pequeños flashes de imagines sin sentido para mí, rostros de personas que nunca jamás he conocido en mi presente, porque podía ver cómo maté a cada uno de ellos en el pasado.

Esa Romina era tan poderosa en un principio, que no podía controlarse del todo. Era como un huracán salvaje de dominio y sangre.

Alejo esos pensamientos de mí, salto al siguiente tejado y al siguiente y al siguiente. Hasta llegar a la avenida bardeada por un bosque. Bajo del techo de una casa pequeña y comienzo a correr entre los árboles.

Siempre he sido de correr y eso con el paso de los años te da la ventaja de estar en forma y condición para recorrer, saltar y pelear con una magnífica eficacia. Al no convivir con la gente, tenía que encontrar formas de distraerme y el ejercicio era una de ellas.

Por eso al llegar a la ciudad capital, y entrar al hotel donde vivo. No descanso a recobrar el aliento. Subo por el elevador de puertas de hierro viejas y pulso los botones del piso once. Al menos la luz ya ha llegado.

Las velas que el personal del edificio colocó en los pasillos ya no están y detrás de cada puerta que recorro, se escuchan los sonidos de los televisores encendidos. Inclusive una fiesta está a todo volumen en el departamento más alejado del pasillo. Tienen a los Gun's and Roses y eso provoca una sonrisa en mi rostro.

Abro mi habitación con la pequeña llave que siempre llevo en los bolsillos de mis vaqueros y entro a la oscuridad.

Solo enciendo la luz de la sala y contemplo las hojas esparcidas por la mesa del pequeño comedor. En cada una de ellas están trazados los mapas de la ciudad, así como fotografías del alcalde y todo su gabinete de gobierno. Escribí varias cartas falsas con mi pésima letra pero me arrepentí a la hora de enviarlas y solo las rompí en pedazos luego de pasarlas a la computadora.

Romina Neón #1 El Dominio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora