Romina Neón posee una forma peculiar de filtrarse a su antojo en los cuerpos de los mortales y hacer que pierdan el control de sus débiles mentes. Tiene un objetivo en especial, acabar con un hombre poderoso. Cuando está a punto de lograrlo, aparece...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Meses atrás, volver a aquellos lugares me hubieran sido imposible. Ahora, también. Seguía siendo un asesino suelto y las personas me reconocerían al instante.
—Por eso es importante que vayas tú sola Priscila. No me pueden ver las personas de los alrededores.
No estaba aún preparado para volver al lugar donde le había prometido regresar a Romina. Ni siquiera lo estaba para volver a verla, si es que dábamos con ella.
—¿Seguro?
Estamos en el mismo callejón donde la chica luna y yo, discutíamos sobre nuestra relación de Richard y Middleton. Si cierro los ojos, puedo imaginar que ella está aquí. Recuerdo como ese día me di cuenta de lo alta que era.
—Puedes solo entrar un poco encorvado y nadie lo notaría.
Niego y recorro con la mirada las ventanas de nuestros vecinos, en el onceavo piso.
—La policía vino hasta aquí, interrogaron a todos los vecinos y repartieron fotos mías. La televisora local cubrió la noticia y salí hasta en los portales de internet, no puedo ni siquiera salir del país.
—Lo siento, Poem —me da una palmada ligera y cuadra los hombros con la mirada decidida en el piso once—. Voy a ver qué encuentro en su habitación.
Cuando Priscila se marcha a buscar pistas, no puedo dejar de sentir curiosidad por volver a ver aunque sea algo de ella, de Romina.
Desde que su madre me dijo que estaba viva en la tierra. En el fondo de mi mente se comenzaron a formar los recuerdos de ella. Desde la primera vez que la ví parada en aquel balcón, hasta... el nudo en mi garganta se expande y me llevo las manos a los ojos.
Sí pudiera regresar el tiempo, si pudiera regresarlo y controlar el poder que me consumió en el bosque. Me pregunto si todo eso hubiera sido distinto.
Los ojos me arden cuando volteo a la luz del sol. Me hago la promesa de que sí la vuelvo a encontrar, tengo que pedirle perdón. De alguna forma ella tendrá que darme la absolución.
¿Me perdonaría? ¿Y sí para ella no existe el perdón? ¿Y sí la he perdido para siempre? Mi cabeza va explotar con la incertidumbre.
—¡Listo! —el grito de mi hermana hace que los bellos se me pongan en punta.
—¿Era necesario que me asustaras?
—Lo siento —ella ríe y se tapa la boca cuando ve mi semblante enojado.
Me levanto del suelo y salgo de mi escondite a un lado del contenedor de basura.
—¿Has estado llorando? —pregunta con curiosidad al ver que me limpio la cara con el brazo—. Tú nunca llorabas Poem.
—Sí, bueno ¿Qué encontraste allá arriba? —la tomo del brazo y nos guío más adentro del callejón. A la vez también que nos alejamos del edificio.