•11• Flor de cerezo

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El rancho de Richard Silver está en completo abandono y silencio cuando llego por la ladera de atrás donde tiene situado los establos

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El rancho de Richard Silver está en completo abandono y silencio cuando llego por la ladera de atrás donde tiene situado los establos. Me bajo de la camioneta y saco los dos costales de explosivos y los arrastro como puedo adentro de una cuadrilla de potros.

Tuve que "convencer" a una chica de prestarme un teléfono para investigar donde encontrar explosivos ilegales en la ciudad y también tuve que "convencer" al traficante de explosivos en un callejón para que me diera toda su mercancía.

«Con que facilidad era tener todo bajo tus pies, rendido.»

Hubo una época en que ansiaba el poder absoluto, en una barata imitación de algún tirano muerto. Toda la riqueza, todo el poderío y dominación sobre las personas para alcanzar mi propia ambición. Todo eso me llevó a la locura, fue la época en que más asesinatos realicé, era la muerte personificada, me creía una deidad con el poder de tomar lo que no era mío y hacerlo mío. No me importaba para nada las insignificantes vidas de los mortales, solo quería tenerlo todo.

En esa época también fue que me encontré con Matt. Él me había salvado y entrenado como podía, cuando tenía solo catorce años. Me había protegido y resguardado. Me alimentó, educó y sí, me dio el cariño que necesita al ser abandonada a la deriva. Pero huí de él y de sus absurdas maneras de controlarme. Porque desde siempre, Matt fue el único que realmente se podía acercar a mí. Me alejé la mañana de lo que se suponía era mi segundo aniversario a mi llegada a la vida de Matt. Tenía dieciséis cuando huí de aquel lugar.

Mi lapso de oscuridad y ambición se manifestó al instante de estar libre sin alguna supervisión. Me paseaba por las calles con los ojos puestos en mis víctimas. Veía una chica con ropa carísima y la tomaba. Tenía hambre, llegaba a un restaurant y pedía lo que se me antojaba. Veía un auto último modelo y hacía a los encargados de la agencia entregar las llaves sin nada a cambio.

Viajé a diferentes países y gasté mucho dinero que no me pertenecía. Esa fue la parte divertida, rebelde. En cambio, la parte horrible de mi poder era lo que hasta hoy en día recuerdo a la perfección.

Maté a sangre fría a personas que jamás en la vida había visto y todo porque no pude controlarme. Era algo que el dominio me pedía. Una especie de sacrificio, una devolución de lo que hacía gracias a él.

Todo esto lo iba pensando mientras entraba a la casa de Richard y colocaba los explosivos en cada esquina. Entré sigilosa por una ventana abierta, al poco tiempo descubrí que no había absolutamente nadie y eso era demasiado extraño. Tan extraño que mi poder entró en modo defensivo y cortaba el aire con la estática que generaba.

Matthew Middleton regresó a mi vida cuando tenía veinte años y lo hizo parecer una casualidad del destino. Lo digo porque, no te cruzas con una persona que conoces en un parque de cerezos en Japón. Iba vestido de traje negro con una corbata azul celeste (como mis ojos) y en la mano llevaba un montón de ramas de las flores que caían de los árboles.

Romina Neón #1 El Dominio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora